Degustando En "Silpanchangos"
El Charly siempre tuvo un apego innato por la cultura cochabambina, por su buen sazón, por su variedad y contundencia gastronómica, por su lengua nativa y clima casi similar al de la culta Charcas, pero sobre todo por su
El Charly siempre tuvo un apego innato por la cultura cochabambina, por su buen sazón, por su variedad y contundencia gastronómica, por su lengua nativa y clima casi similar al de la culta Charcas, pero sobre todo por sus hermosas mujeres de peculiares y refinados gustos.
En su época de colegial y de universitario, el flaco se encamotó hasta las patas de unos cuantos especímenes de esa prodigiosa tierra e hilvanó historias que atesora en lo más profundo de su closet.
La Lety fue uno de esos amores furtivos de juventud, de esas experiencias inolvidables que duraron mucho y muy poco a la vez, fue una de esas historias que nacieron sin pensar y terminaron marcando su vida. Tanto así, que el flaco aprovechaba cada feriado largo, cada vacación corta y cada espacio hábil para escaparse hasta la Llajta para ver, mimar y apachurrar a su golondrina k’ochala.
Con el paso del tiempo, la golondrina empezó a perder su avidez y su emoción porque su palomo dejó de viajar seguido al nido. Las crecientes obligaciones y su trabajo de negro ocasionaron que la relación vaya desvaneciéndose por falta de riego. Y cuando no hay riego, las flores no germinan.
Habían pasado casi cinco años sin verla y de pronto una tarde de temprana primavera recibió aquella llamada. Estaba de vuelta por la ciudad, se quedaría un par de días para realizar un trámite en la universidad. Quería encontrase con él, que le acompañe a buscar las oficinas y realizar las diligencias, que él se haga responsable de concluir el trámite, recogerlo, hacerlo legalizar y enviarlo a la Llajta. Ah y de paso quería verlo y hablar con él y poner en orden algunas cosillas que quedaron pendientes entre ambos. Así de clara y contundente fue la llamada que recibió, así de claros los intereses de la macanuda y así de claro y previsible el carajazo que el flaco tendría que recibir por tanta ingratitud y tantos años desperdiciados.
Aquella jornada de trámites fue ajetreada, terminaron rendidos después de haber recorrido varias dependencias y soportado una amalgama de caracteres y malos humores. Fiel a la sangre que lleva por dentro, la k’ochala se peleó con medio mundo, claro, sin la responsabilidad de tener que volver a recoger los trámites. Tarea que dejó para el flaco.
La ardua faena los dejó rendidos y con mucha hambre, con hambre de k’ochala. Como estaban por el centro de la ciudad, al Charly se le ocurrió invitarle un plato típico de la Llajta en el patio de comidas Libertad. Así, de paso le enseñaba uno de los nuevos supermercados de la ciudad y aprovechaban para comer.
El flaco recordó que el silpancho era el plato favorito de la Lety y por ello escogió “Silpanchangos”, uno de los boliches más requeridos de esta completa y céntrica plaza de comidas. La macanuda se sintió como en casa, le dio su visto bueno a la especialidad de la casa y no tardó en ordenar un segundo plato. No sólo le había gustado, la comida le encantó, sobre todo por ese toque especial que cada local le pone a los platos tradicionales bolivianos. Terminó chupándose los dedos y muy agradecida con las manos del chef. Una dama k’ochala sabe reconocer muy bien a los artistas de la cocina y a los escultores del buen sabor, algo que creyó encontrar en “Silpanchangos”.
La cervecita de entremés y la compañía del flaco marcaron el corolario de un productivo día de diligencias. Con la barriga llena y las hormonas alborotadas tocó la hora de hablar: la partecita del encuentro que el flaco había estado rehuyendo.
Debieron ser al menos dos horas de explicaciones, confesiones, disculpas, pretextos, acusaciones subidas de tono y, al final, un profundo y reconfortante abrazo. El Charly volvió a caer prisionero del amor. Apenas le dio tiempo para ir a recoger algo de ropa, asumió su autorapto y partió con rumbo a la Llajta.
Los trámites están listos desde hace una semana y hasta ahora no hay señales de su retorno.