Padre Miguel: Tenemos que llamar a los jóvenes
Las vocaciones en las provincias son más que las de Sucre, explica el sacerdote
De 77 años de edad, el padre Miguel Rojas de la parroquia de San Miguel, es uno de los sacerdotes más conocidos en la ciudad y no por nada, pues este año cumple 50 años de su ordenación. Para él, lo que le mantuvo firme en su vocación fue el encuentro directo con la población y dice que lo que hace falta para que los jóvenes se sumen es que alguien los llame y les invite a seguir a Dios.
Desde muy pequeño, su relación con la Iglesia fue muy cercana. Con su casa al lado del templo de San Lázaro, su infancia la pasó corriendo por el atrio de esa parroquia y de la de Santo Domingo posteriormente.
¿Cómo se escucha el llamado de Dios? “Como dice el evangelio ‘El viento sopla, no se sabe de dónde viene ni a dónde va’ y es el Espíritu Santo; entonces la respuesta al llamado depende de la influencia que uno ha tenido de lo religioso o de la cercanía que ha tenido con el párroco”, respondió.
El padre Miguel tuvo una cercanía no solo temprana con la Iglesia sino también constante. Él dice que tuvo la bendición de recibir la comunión en el momento preciso porque desde ese momento podía ir a misa "como un adulto".
Su participación en las misas era notoria y fue así que una vecina le regaló una vez un libro: San Estanislao de Cosco. “Me llamó, vivía entonces una abuelita, doña Matilde que en paz descanse, vendía rosquetitos, pensé que me iba regalar alguna confitura; sin embargo, me dio un libro, un libro de San Estanislao de Cosco (…) también me dio una masita y me fui contento”, contó Rojas quien precisó que la mujer le dio el presente al ver su interés en la eucaristía.
Luego, “no sé cómo” dice, “fui al cine a ver una película, La Raza, y vi al sacerdote que en la guerra le dio tanto aliento y tanta alegría al moribundo que me dije a mí mismo ¡qué lindo sería que yo sea sacerdote!’”.
En ese entonces, Rojas tenía 13 años, pero no sería hasta sus 14 que decidió ingresar al Seminario luego de una invitación.
“Estando en la plaza íbamos a jugar fútbol con los del seminario y cuando alguien me invitó a entrar al Seminario me pareció la cosa más natural”, dijo el sacerdote.
UN SEMINARIO QUE SE DEBE LLENAR
Cuando ingresó al Seminario, Rojas recuerda que eran sólo 13 personas, pero que cuando salió bachiller eran más de 80 y estaba tan lleno que varios se tuvieron que ir a Cochabamba, pero ahora ese semillero de sacerdotes se ha vaciado por muchas razones. ¿Por qué? “Porque es una sociedad confundida, porque parece que las cosas valen más según mi capricho, mi gusto, mi satisfacción, es mi cuerpo y hago lo que quiero con lo mío y a Dios lo han retirado a un ladito”, lamenta Rojas.
“La trascendencia de la vida es cuando uno quiere ser entero, alma y cuerpo”, reflexiona al recordar que en todas partes los templos se han vaciado como también se han llenado, pero ahora “nos toca llenarlos, desde la familia, colegios y desde los jóvenes”.
SACERDOTES DE PROVINCIA, LA MAYORÍA
El padre Miguel recuerda que durante 25 años de su sacerdocio, sintió que vivió como huérfano porque no había ningún otro sacerdote más de Sucre que fuera al Seminario, todos eran de las provincias de Chuquisaca.
Lugares como Villa Serrano, por ejemplo, son conocidos dentro de la Iglesia porque de ahí provienen varios sacerdotes de la Arquidiócesis.
“Me puse a pensar (que) tal vez (era porque) como Jesús andaba siempre por los caminos de los sencillos, de los pueblitos, y de ahí eran los apóstoles; no fue donde los burgueses a buscar vacaciones, parece que así es el evangelio y también ahora”, contó.
Para el sacerdote, en lo que ahora se debe pensar es en lo que es necesario, que es hablar acerca de las vocaciones “no pensar que ellos van a venir así nomás, sino que hay que invitarles y explicarles un poco qué cosa es el servir a los que están por perderse, ahora más que todo”, concluyó como mensaje para contar con nuevas vocaciones sacerdotales.
¿CÓMO SE MANTUVO FIRME?
Consultado sobre cómo permaneció en el sacerdocio por 50 años, Rojas aseguró que es el Señor quien llama a los sacerdotes, los sostiene y en cualquier problema no los deja brincar fuera, pero para él, el principal tesoro fue el poder tener un encuentro directo con las personas, especialmente con los campesinos en quienes encuentra al hombre ideal que ama a su familia y respeta a su comunidad sin necesidad de tener grandes posesiones.