Barrio Santa Isabel: La odisea de movilizarse hacia el centro
Las casas de un proyecto social quedaron abandonadas hace varios años
Hace casi dos décadas, el Gobierno adjudicó un conjunto de viviendas sociales a grupos de personas de escasos recursos en una planicie ubicada al oeste de la ciudad, cerca al antiguo camino a la comunidad de Cachimayu.
Era y aún es una zona agreste y despoblada, donde destaca un terreno que aloja a la elevada antena de comunicaciones que aún pertenece a la radio Loyola, visible incluso desde varios kilómetros. Muy cerca, casi a los pies de esa infraestructura, se alza el barrio Santa Isabel, en el Distrito 4, un conglomerado de pequeñas casas que, paradójicamente, tiene muy poca población.
Del total de 300 viviendas adjudicadas en su momento a sus propietarios originales, apenas están habitadas unas 50. El resto se encuentran abandonadas y muchas fueron desmanteladas o se convierten en guaridas improvisadas para unos cuantos animales domésticos que pululan por la zona.
Los pocos vecinos que viven en esa alejada barriada reclaman a los propietarios de las casas que vengan a ocuparlas, puesto que la escasez de pobladores perjudica los programas de mejoramiento, ya que las exigencias de la Alcaldía establecen parámetros mínimos de habitantes para aprobar los presupuestos. Incluso, algunos sugieren que esas propiedades deben ser revertidas al Estado.
Marta Muñoz Pérez es una ama de casa de la tercera edad que reside en el barrio hace varios años. Después de hacer mejoras a su vivienda tiene hoy una casita cómoda donde instaló una pequeña tienda de barrio. Cuenta que su esposo, sastre de profesión, tiene que realizar todos los días el penoso viaje hasta el centro donde tiene su taller. Para ello, debe caminar casi tres kilómetros durante 40 minutos hasta el puente Calancha, donde se encuentra la parada de micros más próxima.
El temor de la gente mayor es cuando se presenta una emergencia médica, pues en esos casos la posibilidad de socorro inmediato es casi nula. “A veces tenemos que subir a las volquetas que pasan cerca, pero no siempre es fácil”, afirma con gesto de ansiedad. El cruce del camino a Cachimayo queda cerca y el tráfico diario está compuesto por volquetas de agregados. Un taxi desde el Mercado Campesino puede costar hasta 35 bolivianos. No obstante, algunos vecinos se reúnen en la parada y la carrera puede, en ese caso, costar hasta 5 bolivianos por persona.
A pesar de su lejanía, Santa Isabel cuenta con todos los servicios básicos, tanto de agua potable (proveniente de un pozo), alcantarillado, luz eléctrica e inclusive TV cable, todo ello gracias a las gestiones de una dinámica directiva.
Si bien vivir en esa zona tiene, por ahora enormes dificultades, el vecindario se siente de alguna manera compensado por el aire libre de contaminación y la incomparable vista panorámica de la que puede disfrutarse desde ese lugar. "Vivimos con el aire limpio, no hay contaminación de las movilidades y tenemos un paisaje incomparable", afirma Olga Barrera, una de las vecinas más antiguas de la zona.
LOS VECINOS
Olga Barrera
"Cerca, en Duraznillos estará la nueva cárcel; esperamos que tengamos más movimiento y por lo menos que llegue un micro"
Aracely
"Yo estudio en el centro y todos los días en la mañana tengo que caminar hasta la parada. para volver subimos a la volqueta".
Silveria Flores
"Quisiera que nos ayuden para que venga la gente o que se reviertan las viviendas;Están rotas, rajadas, sin puertas sin ventanas".
Marta
"No hay otra, bajamos en media hora hasta el puente, venir desde el centro es difícil con cosas".