Familia con carencias vive en bus abandonado
La familia se las arregla para pagar las fisioterapias, pañales y sustento del menor
La realidad de la familia Costas-Cornejo los lacera y marca en la cabina de un bus abandonado a la intemperie; allí, los padres de Denis –un niño de casi ocho años con síndrome de Down– constituyeron su hogar y luchan día y noche para salir adelante.
Una deuda con el banco y los altos gastos que conlleva sustentar a su pequeño con síndrome de Down, empujó a los esposos a dejar su cuarto en alquiler en la zona de Lajastambo para vivir en la carrocería de un bus, en un terreno baldío próximo a la avenida Navarra.
CORREO DEL SUR acudió al lugar, ayer, gracias a la alerta de una joven pareja, que se conmovió con la situación de esta humilde familia que brega por superar su mal momento y soñar, si recibe cooperación de autoridades, con ver a su pequeño en el inicio de su formación escolar y tratamiento especializado.
En octubre, el pequeño hijo de la familia cumplirá ocho años, aún no asiste a la escuela. “Necesito trabajar para él, tiene que caminar, tiene que hablar” dice su padre, Marco Costas, quien gana un promedio de Bs 25 diarios vulcanizando llantas para sustentar a su familia, “Me gustaría una mesita donde se siente para aprender”, añora.
El mayor temor de la familia es que la Intendencia los retire, igual que a los comerciantes del Mercado Lajastambo, por lo cual piden colaboración a las autoridades para acceder a un lote o una pequeña vivienda, donde vivir tranquilos.
La madre, Miriam, vende tucumanas. Sostiene que gran parte del dinero que ganan se destina a la compra de pañales para su pequeño; también lamenta la inseguridad que reina en la zona. “Grave es vivir en tierra, puro barro, también anda gente mala”, se lamenta.
El padre retornó a Sucre hace tres meses luego de una estadía de trabajo en Challapata (Oruro) que le permitió nivelar su deuda de Bs 14.000 con el banco. “Nada es seguro, hasta cuando me he ido a Oruro me han robado, se habían entrado”, afirma al recordar que le hurtaron barretas y otras herramientas.
Costas asevera que la precariedad en la que viven, dentro de la cabina a la que dividieron en dos espacios uno para el dormitorio y otro para la cocina se debe a una serie de infortunios que sopesaron el 2017 “allá era mi taller pero el dueño de casa ha abierto otra gomería”, cuenta atendiendo a uno de sus clientes en plena carretera.
UNA VIDA DE LIMITACIONES
La familia no tiene acceso al agua ni a servicios básicos, para cocinar, lavar la ropa o bañarse deben acudir al mercado de Lajastambo, desde donde acarrean agua en bidones.
Hace dos meses, CESSA les permitió instalar un medidor con el que Marco puede hacer funcionar su máquina compresora de aire, la que le ayuda a vulcanizar llantas de sus clientes.
“Hago lo mejor que puedo”, relata el hombre.
Asimismo cuentan que pasaron Navidad sentados dentro de la carrocería. “No teníamos plata para cocinar, en las gomerías no hay mucha entrada, ha pasado gente que nos regaló ropa y juguetes”, concluye el joven padre de familia.
Si usted quiere hacer alguna colaboración, puede comunicarse con el número de celular 73400468, que corresponde a la madre (Miriam).