Familias cuentan las características e historias de los niños que atesoran
Consideran a la imagen del Niño Jesús una representación sublime de Dios
Muchas familias chuquisaqueñas guardan imágenes del Niño Jesús como verdaderos tesoros a los que rinden culto armando hermosos pesebres para Navidad.
Estas efigies que ocupan un lugar privilegiado en los hogares se caracterizan por ser finas, antiguas, contar con una gran colección de juguetes en miniatura y tener muchas historias.
Para los creyentes de la religión católica la imagen del Niño Jesús es la representación más sublime de Dios hecho humano.
Según el historiador y a la vez jefe de Museo de la Catedral, Iván Gutiérrez Achá, el Niño Jesús es una muestra del divino Dios que estuvo en la tierra viviendo entre los humanos como uno más de ellos.
“Enseñó que nada es eterno en la Tierra, que no valen las cosas materiales sino los sentimientos, así como la espiritualidad y una vida en paz siguiendo las reglas de Dios”, comentó.
Así, como una muestra de respeto y fe en el Niño Jesús, cada familia evoca el nacimiento armando un pesebre, de acuerdo con sus costumbres. A continuación CORREO DEL SUR recoge historias sobre las imágenes de varios niños.
TESORO INVALUABLE
La Casa de la Libertad guarda dentro de la colección Arana una bellísima urna de plata, con cuatro columnas salomónicas, arcos mixtilíneos, cantoneras laterales, un coronamiento central y dos laterales. Data del siglo XVIII y perteneció a la princesa de la Glorieta, Clotilde Urioste de Argandoña.
En el interior está un nacimiento con las imágenes de Jesús, María y José rodeados de miniaturas de plata como urnas, cántaros, floreros, pavorreales, gallos y palomas. Al fondo se aprecian dos columnas de delicados hilos de cristal; la urna está protegida con vidrio.
La Casa de la Libertad también guarda en calidad de donación el Niño de la desaparecida historiadora, Josefina Reynolds Ipiña.
Se trata de un Niño cusqueño de singular hermosura, sostiene una cruz con una imitación de topacios y lleva una corona intacta de hilo de plata. Está dentro de un fanal lleno de flores blancas.
FAMA DE TRAVIESO
Rossemary Sandoval de Flores, dueña del Bazar Rocío, cuenta que en su familia, por tradición, son las mujeres las que heredan a los Niñitos.
En su casa tiene dos efigies. La primera, ahora de propiedad de su hija Rocío, fue de los padres de la abuela de Sandoval. Es una figura de tamaño natural, de casi un siglo y muy liviana porque fue trabajada en maguey (tronco de un cajtus).
Destacan sus ojos grandes con pestañas y cabellos naturales, usa un delicado vestido de seda bordado con perlas y lleva un precioso arco de racimos de uvas y parrales con estrellas.
Tiene diez cajas con juguetes miniatura antiguos, entre casas, vajillas, trenes, autos, muñecos de porcelana y de otros materiales. Tres personas arman el pesebre con una dimensión de casi cinco metros.
La familia arma el pesebre rezando porque el Niño tiene fama de travieso. Cuando Sandoval estaba recién casada le pidió a su esposo, José Flores, le ayude con el pesebre y él expresó ¡ay!, ¡qué flojera! Y ella le dijo “no hagas eso, tienes que hacerlo con cariño”.
Entonces su pareja subió a la mesa y de pronto cayó lastimándose el pie. Desde entonces asegura que nunca más se quejó y además recomienda a todos los que arman el pesebre “lo hagan de callado”.
El otro Niño que tienen pertenecía a la familia de Flores, tiene más de 200 años y también pasó de una generación a otra. Es de maguey, tiene cejas, pestañas, uñas y dedos con muchos detalles, es un trabajo artesanal impresionante.
NIÑO DORMIDO
En la Catedral de Sucre se conserva un Niño Jesús dormido de tamaño natural, que al parecer es de manufactura local.
Gutiérrez recuerda que la historiadora Josefina Reynolds contaba que una mujer que vivía cerca del Inisterio, construía imágenes de todo tipo y preguntaba a la gente si quería un Niño dormido o despierto.
Esta imagen probablemente tiene más de un siglo, está en una urna de plata cincelada. Sale en procesión en Nochebuena, al promediar de las 23:00 acompañado de pequeños que adoran la imagen al son de la banda.
Retorna a la Catedral a la medianoche para que el Arzobispo inicie la misa de Navidad. Es una procesión que todavía convoca a muchas familias sucrenses.
Este Niño tiene una dimensión de unos 40 centímetros, con pestañas y cabello artificiales que antes se hacían de soga.
Se hereda sólo a mujeres
María Cristina Gutiérrez de Buongiorno tiene un Niño cusqueño dentro de un fanal, sobre una copa antigua de cristal invertida que sirve como base para dar cierta altura a la imagen que está acompañada de San José, la Virgen María, los tres reyes magos, varios juguetes y ovejas bordadas con perlas.
Su familia atesora la efigie desde hace varias generaciones, tiene una antigüedad de un siglo y medio aproximadamente. Por tradición familiar siempre pasó a ser propiedad de las mujeres.
La familia Gutiérrez también conserva un Niño con menos de un siglo de haber sido fabricado; perteneció a Iván Gutiérrez Ledezma. Es de cera, tiene procedencia europea, está en un fanal, tiene unos ojos expresivos y sus prendas son de delicado encaje y un cinturón de perlas.
Niño milagroso
Otro Niño de manufactura local que se destaca perteneció a Napoleón Achá y Emma Gantier. Ahora es de Iván Gutiérrez hijo. Dicen que es un niño travieso que sobrevivió a un incendio donde se quemó todo el pesebre y él quedó carbonizado.
No obstante lo hicieron restaurar y años después volvió a hacer de las suyas provocando otro incendio justo delante del pesebre, pero de menor magnitud, cuando la familia compartía el almuerzo navideño.
Es del tamaño de un bebé, está elaborado con un material duro, muy parecido a la caolina (arcilla blanca), es muy parecido al Niño que está en la Catedral, sólo que tiene los ojos abiertos y está cargado en los brazos de una Virgen de tamaño natural.
Tiene un siglo de antigüedad. Según Gutiérrez, varias familias de Sucre le atribuyen milagros. Había parejas que le pedían tener un hijo y dice que el Niño les concedía ese deseo.
Niños juguetones
Marianela Valda propietaria del Salón de Té y Salteñería El Hornito, es una acérrima seguidora de las tradiciones, tiene 12 Niños de diferentes materiales en su casa pero entre ellos destacan dos: Uno cusqueño y otro de cera.
El primero tiene unos 200 años de antigüedad, perteneció a la familia materna de Marianela, su bisabuelo, el doctor Ismael Manrique lo trajo desde el Cusco y fue pasando de una generación a otra hasta llegar a manos de la madre de Marianela, Isabel Domínguez de Valda y será heredado por su hija María Cecilia.
El Niño Jesús es de un material parecido al yeso. Está detalladamente trabajado, sobresalen sus mejillas rosadas, los ojos que parecen reales y los cabellos y pestañas de pelo natural. Nunca fue restaurado está en buenas condiciones.
En tanto que el Niño de cera perteneció a la familia del padre de Marianela, Alfonso Valda Guzmán. Ahora lo tiene Marianela quien dará en herencia esa efigie a su otra hija María Laura.
Marianela cuenta que de niña sus padres le decían que se tiene que poner juguetes en el pesebre para que juegue el Niño Jesús. “No sé si era coincidencia o qué pero muchas veces los juguetes aparecían en otros lugares y yo en mi inocencia creía que el Niño había hecho travesuras”, comenta.
Marianela aconseja a la población católica y cristiana no perder las costumbres y tradiciones que tiene Sucre porque son valores de fe, esperanza y paz. “Creer en algo nos hace mejores”, concluye.