Cara a cara con el fuego
Los 13 brigadistas fueron parte de los centenares de voluntarios que enfrentan las llamas

El calor es sofocante, el uniforme que llevan hace más insoportable esa situación, pero la batalla contra el fuego no termina: ya arrasó miles de hectáreas y ellos no pueden parar.
A la orilla de la carretera está la cisterna, arrastran la manguera y la sostienen fuerte para que el agua llegue lo más lejos posible.
Una de las brigadas de Gestión de Riesgos de Sucre está en la comunidad de Aguas Calientes, donde intenta aplacar las llamas en el bosque seco, pero estas insisten en avivarse. El calor es más sofocante y el humo se apodera de la atmósfera.
Repentinamente escuchan el pedido de auxilio de jóvenes voluntarios que salen corriendo en busca de ayuda; el humo ha intoxicado a una persona que cae desmayada. La desesperación se apodera de ellos, igual que el humo del ambiente.
Gregorio Garron y tres brigadistas se adentran en el bosque, logran sacar al voluntario que solo lleva un barbijo y lo trasladan a Roboré para su atención.
LA LUCHA CONTRA EL FUEGO
“Salta una chispa y de un segundo a otro (el fuego en un árbol) se eleva entre 10 a 15 metros en su primera llamarada, y el tramo se llena de humo y no se ve absolutamente nada”, relata a CORREO DEL SUR Erick Bracamonte, el responsable de la comitiva que se trasladó a Santa Cruz a reforzar la lucha contra los incendios y ya está de regreso en Sucre.
Su testimonio resume, de alguna manera, la dura batalla a la que se enfrentaron los brigadistas divididos en cuatro contingentes.
En el valle de Tucabaca la brigada de Gregorio, se enfrentó con el fuego a primera línea.
Se asentaron en las orillas de las carreteras, la falta de accesos les impidió avanzar y debieron contener el fuego desde esos límites. La cisterna no fue suficiente desde ese punto. El vehículo no podía adentrarse al bosque, ellos sí. Cargaron sus mochilas y se introdujeron al bosque para sofocar el fuego que parecía insaciable.
Por donde pasaron las llamas quedaron troncos calcinados, “prácticamente leña parada en el suelo, y algunos vestigios de que eran árboles”, dice Gregorio y baja la mirada. “Duele ver tantas hectáreas y hectáreas de bosque quemado”, añade.
Por eso ellos no podían parar. No lo hicieron. El trabajo de las brigadas se prolongaba en algunos casos por más de 12 horas. Si bien el centro de operaciones era Roboré, debían trasladarse a comunidades afectadas a más de 100 kilómetros de distancia.
“Lo más sorprendente y triste fue ver animales calcinados, había víboras, tortugas y otros animales a quienes no pudimos reconocer qué eran, por ellos ya no pudimos hacer nada”, lamenta con frustración e impotencia.
La reserva del Valle de Tucabaca fue el lugar donde más animales quemados observaron, pero también donde rescataron un ternero que estaba cerca del fuego: seguramente se separó de su madre, pero lo sacaron a la carretera donde fue atendido por veterinarios.
Los días que no se vieron cara a cara con el fuego contribuyeron con la dotación de agua para los animales.
“Estuvimos capacitados para este tipo de eventos, pero no nos esperábamos algo de esa magnitud”, reconoce Gregorio, uno de los 13 bomberos voluntarios que se trasladó a Santa Cruz para sumarse a los cientos que llegaron a ese departamento para enfrentar la tragedia de la Chiquitanía.
De hecho, su labor fue retratada por la BBC, medio internacional que puso ante los ojos del mundo el arduo trabajo que realizaron personas como Gregorio.
EL EQUIPO
Trece brigadistas de la Unidad de Riesgos de Sucre se trasladaron con cuatro cisternas a Roboré (Santa Cruz) para contribuir a apagar los puntos de fuego.
San Lorenzo Viejo, San Lorenzo Nuevo, Gasoducto Trans Boliviano en la frontera con Paraguay, Valle de Tucabaca, Chochís, Aguas Calientes, Limoncitos y Lugano fueron algunos de los lugares a los que llegaron con ayuda.
Parte del equipo que se trasladó a Santa Cruz ya fue parte de la comitiva que viajó a Tarija el año pasado por un incendio de magnitud, recordó Bracamonte.