José Andrés escapa del hambre en Sucre y recorre más de 90 kilómetros
El estudiante de segundo año de Construcción Civil de la Universidad San Francisco Xavier, el miércoles, recorrió más de 90 kilómetros a pie, pese a tener una cojera.
Hambre, determinación, el número del carnet de identidad, coraje, un teléfono celular, las estrellas, el miedo y la alegría son algunos de los elementos que hacen a la historia de José Andrés Romero, el universitario que viajó de Sucre a Presto a pie por atajos que no conocía.
El estudiante de segundo año de Construcción Civil de la Universidad San Francisco Xavier, el miércoles, recorrió más de 90 kilómetros a pie, pese a tener una cojera.
José Andrés alquila una habitación en la avenida 2016 de Sucre, frente a la fábrica de embutidos Cobolde, y desde que el país ingresó en cuarentena total, su situación económica se agravó.
En 2019, llegó a Sucre con un maletín cargado de ilusiones, pues bien sabía que si quería estudiar también debía trabajar para mantenerse. Y así lo hizo. “Desde que he ido a Sucre he trabajado de todo, de limpieza, ayudante de soldadura, en metalúrgica”, cuenta.
Dice que cuando se decretó la cuarentena parcial, aprovechó esa semana para trabajar “duro” porque debía tres meses de alquiler y no pensó en volver a su comunidad Motaya, cerca del pueblo de Presto. Cuando quiso hacerlo ya era tarde, el Gobierno había decretado cuarentena total por la presencia del coronavirus en el país.
“Ya no tenía alimentos”, fue la constatación dolorosa que obligó a José Andrés a tomar una decisión sin precedentes: regresar a su casa a pie, solo y sin conocer el camino. “Si me hubiera quedado (en Sucre) no sé qué hubiera pasado”, fue otra fase que reforzó su determinación.
Recabó información de algunas personas, pero no les dijo lo que pensaba hacer, solo avisó a uno que otro familiar. El día ya estaba definido, debía salir el miércoles, pues coincidía con la terminación de su número de carnet de identidad: 5.
Se aferró al GPS de su teléfono celular para que lo guiara mientras tuviera señal de internet. Preparó su comida, tomó una botella de agua y salió de su habitación. Su reloj marcaba las 7:40 del miércoles, cuando dio sus primeros pasos hacia una aventura que le llevaría a escapar del hambre.
El exalumno del colegio 14 de Enero de Presto salió de la ciudad por la zona de Garcilazo. Cuenta que caminó por unas colinas hasta llegar a un río. “En ese parte me he cansado grave, he acabado mi agüita”, afirma. La comunicación de su teléfono celular también había desaparecido.
Se sirvió su almuerzo y a partir de ese entonces aceleró su marcha. Cruzó el camino que conecta la provincia Yamparáez con Río Chico, pero continuó buscando atajos para acortar el recorrido.
La sed lo desgastaba y para fortuna suya encontró una pequeña poza de agua; la bebió pese a los signos de impurezas que presentaba. No tenía otra opción, dice.
Siguió su caminata y a la media hora, unos retorcijones se abalanzaron sobre su estómago… “Grave he vomitado”, relata al señalar que a continuación descansó un momento. En ese trayecto, se encontró con un solo hombre que le brindó algo de orientación, apunta.
Cayó la noche. Las estrellas no daban la suficiente luz y la luna nueva apenas brillaba en el infinito. “Cuando se ha anochecido no sabía por dónde venirme”, rememora José Andrés.
A los pocos minutos, cayó en una zanja. “Me he asustado”, reconoce que tuvo miedo. Buscó una casa donde quedarse a dormir, pero no había nada en los alrededores.
Fue entonces que otra vez se llenó de valor y volvió a acelerar su marcha. Se topó con arbustos y en más de una ocasión en vez de agarrar ramas empuñó espinas. Sintió que estaba en medio de un monte que se perdía en la negrura de la noche.
Fue entonces que al levantar su vista hacia el firmamento, se acordó de las lecciones de astrología de su abuela cuando era niño. Cuenta que le enseñó el recorrido de la luna y le indicó que por donde sale el sol siempre hay una estrella brillante. Se aferró a los astros y continuó su caminata. “Hay que continuar”, se dijo.
“He caminado a ciegas, no sé por dónde he ido. Si volvería ahora creo que no me acordaría. Solo me he ubicado con la luna y las estrellas”, resume su caminata en la que también tuvo caídas.
En medio de la nada tuvo la sensación de que estaba cerca de Presto y volvió a acelerar su paso. Comenzó a subir un cerro empinado hasta que llegó a la punta. De allí divisó las luces de Presto y la comunicación volvió a su teléfono celular. Se enteró que parientes y amigos lo estaban buscando porque uno de sus tíos había puesto una publicación en Facebook. “Cuando ha anochecido grave me han llamado”, dice.
Eran las 23:00 y aún quedaba mucho por recorrer; emprendió la bajada pasando por colinas y quebradas. José Andrés, su primo y un amigo, que fueron a alcanzarlo, se guiaron por los teléfonos celulares hasta que se encontraron. “Me he sentido alegre”, afirma.
Quedaba mucho trecho por recorrer y José Andrés confiesa que se “quería rendir”, pues el cansancio había mermado sus fuerzas. De pronto, a la distancia divisaron la luz de una moto. “Te han venido a recoger”, le comentaron sus acompañantes. Dice que eso le devolvió fuerzas y empezó a caminar de prisa para devorar con sus pasos la última subida de una colina.
Se encontraron con un motociclista, subió al asiento trasero y le llevó hasta su casa en la comunidad de Motaya, donde arribó a la 1:00 de la madrugada de este jueves.
José Andrés caminó 16 horas con 30 minutos y recorrió más de 90 kilómetros para escapar del hambre en Sucre por la cuarentena a causa del coronavirus.