Todos para uno y uno para todos: Los “tres mosqueteros” del parque Bolívar
Wilder y Roger colaboran a sus padres comprando algunos alimentos, mientras que Limber, al ser huérfano de padre, provee de ropa y útiles escolares a sus dos hermanos menores, además de a él mismo
Limber Quintanilla y Roger García, ambos de 11 años, además de Wilder Copajira, de 12, trabajan los fines de semana rentando los populares carritos para dar una vuelta en el parque Simón Bolívar.
A tan corta edad, emprendieron la aventura laboral de la mano de doña Felipa Cruz, a quien llaman “tía”, de cariño. Ella, en más de 40 años, empleó a muchos niños y asegura que su intención es ayudar: les brinda alimentación gratuita y reciben un pago que puede alcanzar los 30 bolivianos al día.
Se asemejan a los tres mosqueteros de la novela de Alejandro Dumas: todos para uno y uno para todos. Son compañeros de cuarto de primaria en la Unidad Educativa Tambo Aranjuez, donde se hicieron amigos y se ayudaron mutuamente para conseguir trabajo.
Wilder y Roger colaboran a sus padres comprando algunos alimentos, mientras que Limber, al ser huérfano de padre, provee de ropa y útiles escolares a sus dos hermanos menores, además de a él mismo.
En su tiempo libre coleccionan “tazos” (figuras circulares) y los intercambian con sus camaradas; también se quedan hasta altas horas de la noche jugando a la pelota con sus hermanos o amigos del barrio.
Sueñan con un futuro mejor. Linder desea ser militar, Roger se debate entre estudiar para ser abogado o ingeniero, mientras que Wilder está decidido a convertirse en empresario y también a estudiar ingeniería civil.
NÚMEROS Y NORMAS
En Bolivia, hay 739 mil niñas, niños y adolescentes de entre 5 y 17 años que realizan algún trabajo. El 20% cumple un oficio peligroso, según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2016, la última oficial.
En Chuquisaca, se calcula que hay 75.000 niños y adolescentes trabajadores. La norma dice que los adolescentes pueden trabajar recién desde los 14 años, pero hay niños desde los cinco, e incluso menores, intentando ganar unos centavos en las calles. Las últimas intervenciones de las Defensorías de la Niñez, para evitar el trabajo o la mendicidad infantil por las noches, han merecido más resistencia que aplausos.