Dos centenarios celebran con alegría su longevidad
Ambos son residentes del hogar Raúl Otero, administrado por la Gobernación
Jugando con el gato, tocando instrumentos musicales y socializando con sus pares, dos adultos mayores que pasaron los 100 años. Celebran así la prolongada vida que les toca experimentar ante la sorpresa de los funcionarios del albergue Raúl Otero, que los describen como personas “muy afables”.
A la pregunta de ¿Ima sutikunki?, (¿Cómo te llamas?, en quechua), “él siempre dice que se llama Miguel Otrillas, pero su nombre es Gregorio Otrillas”, indica Elsa Ortiz responsable del Programa Adulto Mayor del Servicio Departamental de Gestión Social (Sedeges), que con cariño le habla para indagar más sobre su vida.
Gregorio Otrillas Hinojosa confunde de forma constante su propio nombre con el de otra persona, pero su mente sigue intacta, ya que a sus 104 años recuerda qué se llamaba su esposa. “Paola Villca”, dice.
“Ella (su esposa) está enterrada en la zona de Lajastambo”, afirma, en quechua, al contar que en ese sector de la ciudad de Sucre vivía con ella y su hijo. Asegura que tiene tres nietos y un solo hermano llamado Gonzalo Otrillas.
Su documento de identidad indica que el varón de pequeños y vivaces ojos con los que mira pasivamente la huerta del hogar Raúl Otero, nació el 30 de septiembre de 1917 en la comunidad Marcoma de la provincia Chayanta de Potosí. Este año cumplirá 105 años.
El carnet también devela que estuvo casado, fue agricultor y vivía en Villa Cruz sin número, un barrio ubicado en la zona de Lajastambo. Lo último que saben las autoridades del albergue, es que fue rescatado de otro hogar de ancianos junto a otro adulto mayor de nombre Gregorio. Tenía hongos en los pies y algo de anemia.
Desde diciembre del año pasado vive en el albergue y tranquilo comenta que su hijo ocupa un terreno tan grande “en el que incluso puede construirse dos casas” en Lajastambo, sin embargo, esto no es tan real.
“Tiene hijo pero no está acá prácticamente no sabemos dónde está, hemos tratado de ubicarle pero no está en Lajastambo, tenemos entendido que viajó al exterior y posiblemente se encuentre en Chile”, señala Ortiz.
Sobre sus recuerdos de juventud Gregorio dice que “sembraba”, “también sabe hacer tejido con lana para hacer camas”.
“Le gusta comer de todo no se hace problema, es saludable, siempre está caminando no es asistencialista entra al jardín juega con el gato y le gusta practicar con la pelota”, revela Ortiz, del centenario.
Doña Celestina
En este mismo hogar, también goza de una amplia longevidad, Celestina Flores Panoso, nacida en Rosario del Ingre, que pertenece a la provincia Hernando Siles, un 12 de junio de 1920, su domicilio está señalado en San Juan del Piraí.
A diferencia de Gregorio ella no tuvo una vida regular, ni cuidado, ni resguardo de sus parientes debido a que tiene capacidades diferentes. “No habla muy claro, no tiene familia, no tiene hijos no tiene nada”, menciona Ortiz.
Quien se hizo cargo de la anciana de rostro bondadoso que parece estar sonriendo siempre, fue una amiga que a menudo la viene a visitar desde Monteagudo, “le trajeron la camita y todo”, afirman los funcionarios del Programa que explican que “Ella (Celestina) prácticamente ha vivido con una amiga y como la amiga ya es adulta mayor, las hijas han indicado que, como ya es mayor no se puede hacer cargo”.
Es por ello que ahora vive de forma permanente en el hogar donde se caracteriza por ser una de las personas más sociables y alegres. “Tenemos por allá algunos instrumentos musicales que le gusta tocar, si le damos, empieza a tocar y es muy alegre. De todos es la más alegre”, “Le gusta ver películas”, dicen.
Celestina, que este 2022 cumplirá 102 años, tiene como un quiste en el estómago y recibe atención médica constante, “la sopa de maní le hace mal, entonces le damos comida más blanquita”, refieren.Una muestra de su carácter sociable es la amistad que forja con los nuevos ancianos que ingresan al hogar, si bien tiene una mejor amiga que proviene también de Monteagudo, hace muchos años, recientemente hizo buena amistad con una señora que llegó de Zudáñez para una revisión oftalmológica.