Las “fletadoras”, salvando apuros
Están organizadas y ganan por igual, con un sistema de turnos, entre 10 y 30 pesos por día
Ambas son viudas, ambas tienen varios hijos, ambas viven en casas alquiladas y ninguna de las dos sabe leer ni escribir. Además de esas coincidencias, María y Eugenia presentan algo más en común: su curiosa ocupación.
Se hacen llamar las “fletadoras” y su oficio consiste en prestar bidones a los motociclistas cuyos vehículos no cuentan con placa de circulación o B-SISA, requisitos necesarios para adquirir combustible en las estaciones de servicio de todo el país.
Sobre la compra en bidones o botellas, una funcionaria de surtidor señaló que pueden vender hasta 20 litros de gasolina. Los clientes que pretendan comprar más de esa cantidad deben contar con una autorización de Sustancias Controladas y el código de autorización es colocado en reemplazo del número de placa.
Entonces, las fletadoras son una “solución” a la necesidad de los motociclistas en puros que cuentan con motorizados sin los papeles en regla.
Doña Eugenia, una mujer de 46 años, oriunda de Oruro, esa mañana estaba tejiendo con crochet una chompa a la que solo le faltaban las mangas para estar lista. Esa es una manera de pasar el rato, a la espera de clientes.
Mientras trabajan sus manos y manteniendo fijamente su mirada en ellas, cuenta que por estos días “hay poco movimiento” (de clientes), aun así puede generar un poco de dinero para la comida.
Eulogia quedó viuda hace siete años tras perder a su esposo en un accidente de tránsito cuando trabajaba; era chofer de volqueta. Ella es madre de seis hijos.
Esta mujer, de espíritu afable, antes de hacer suyo un pequeño espacio frente a la estación Nayler tenía como ocupación principal la venta de condimentos en el mercado Campesino.
Cinco años después de haber incursionado en su nuevo empleo, Eulogia adquirió la costumbre de estar todos los días hábiles en su puesto, entre las 7:00 y las 18:00. Ocasionalmente también se dedica a lavar ropa, lo que, según afirma, cada vez es más escaso.
“Por lo menos alcanza para la comidita”, señala mientras espera su turno para alcanzar bidones a sus circunstanciales clientes. Ella vive por el aeropuerto Juana Azurduy, una zona poblada por emigrantes especialmente de Potosí.
En el lugar, sobre la acerca de tierra de la avenida Circunvalación, zona Quirpinchaca, hay unos diez puestos de flete de bidones, pero este día solo hay cuatro mujeres.
Eulogia comparte la faena diaria con su amiga María, de habla quechua, oriunda del municipio potosino de Ravelo. Pese a que ambas no saben leer ni escribir, aprendieron a sumar y restar.
En su lengua originaria, María, de unos 70 años, cuenta que el precio del flete de bidones es de Bs 1 y que por día reúnen hasta Bs 30, en el mejor de los casos.
Sin embargo, generan entre 10 y 15 bolivianos diarios. Ellas aplican un sistema de trabajo bajo el principio de la equidad, pues se turnan para prestar bidones. Esta fue la solución al problema que tenían cuando competían por fletar.
“Como somos varias, poquito (de dinero) hacemos. A veces hacemos 30 pesos por día cuando estamos solo tres (fletadoras), pero cuando vienen todas (unas diez) hacemos poquito”, remarca María.
Ella vive por la zona de El Tejar, que está próxima a su puesto de trabajo. Es madre de cinco hijos y también viuda. Ambas gozan de buena salud y a la pregunta de qué regaló quisieran recibir en este momento, coinciden en esta respuesta: “zapatitos”.
Pese a su situación, ambas no pudieron acceder a una vivienda social del Estado por desconocimiento. Sin embargo, Eulogia se enteró de la Agencia Estatal de Vivienda (Aevivienda), pidió la dirección y dijo que iría a averiguar si califica o no para que la ayuden a conseguir una casa propia.