Rabietas. Cómo mantener la paz
Las rabietas son un fenómeno común en la infancia temprana y, aunque pueden ser desafiantes para los padres, también son una parte normal del desarrollo. Entender por qué ocurren y cómo manejarlas resulta clave para mantener un ambiente familiar armonioso
Las rabietas surgen principalmente por la frustración de los niños pequeños ante sus limitaciones. A menudo, un niño puede sentir enojo porque no logra lo que desea o porque no puede expresar adecuadamente sus emociones debido a un vocabulario limitado. Además, situaciones como el cansancio, el hambre o una transición abrupta pueden disminuir su umbral de tolerancia y desencadenar una rabieta.
Es importante recordar que los niños pequeños no planean causar molestias ni avergonzar a sus padres. Para ellos, las rabietas son una manera de expresar su frustración. Sin embargo, si los padres ceden ante estos episodios, puede que el niño aprenda a utilizarlas como un recurso para obtener lo que quiere.
COMO PREVENIRLAS
Aunque no es posible prevenir todas las rabietas, existen varias estrategias que pueden ayudar a reducir su frecuencia:
1
Establecer una rutina constante:
Los niños se sienten más seguros cuando saben qué esperar. Seguir una rutina diaria, incluyendo horarios regulares para siestas y horas de dormir, puede disminuir la probabilidad de rabietas.
2
Planificar con anticipación:
Evitar hacer mandados cuando el niño está cansado o hambriento. Llevar un refrigerio o un juguete pequeño puede ser útil para entretenerlo en momentos de espera.
3
Ofrecer opciones adecuadas:
Dar al niño la posibilidad de tomar decisiones sencillas le proporciona un sentido de control. Preguntas como “¿Prefieres usar tu camisa roja o azul?” o “¿Quieres leer un libro o jugar con bloques?” pueden prevenir la frustración.
4
Reforzar el buen comportamiento:
Elogiar y mostrar afecto cuando el niño se comporta bien refuerza las conductas positivas y reduce la necesidad de recurrir a rabietas para llamar la atención.
5
Evitar situaciones desencadenantes:
Es importante no exponer al niño a juguetes o golosinas inadecuadas para su edad o que puedan provocar una rabieta. En restaurantes, optar por lugares con servicio rápido puede evitar momentos tensos.
CÓMO MANEJAR UNA RABIETA
Cuando una rabieta ocurre, lo más importante es mantener la calma. Responder con enojo o gritos solo puede intensificar el comportamiento del niño. En lugar de eso, intenta distraerlo con un objeto o actividad diferente. Si el niño está golpeando o tratando de huir, es fundamental intervenir de manera firme pero tranquila, sosteniéndolo hasta que se calme.
Una vez que el episodio termine, es importante explicar las reglas de forma serena, reafirmando los límites establecidos. Si la rabieta se vuelve destructiva, es útil emplear un tiempo de espera en un lugar aburrido para que el niño pueda calmarse. Es esencial mantenerse firme y consistente con este enfoque para que sea efectivo.
CUANDO BUSCAR AYUDA
A medida que el niño crece, se espera que las rabietas disminuyan. Sin embargo, si estas persisten más allá de los 3 años y medio, o si el niño se lastima a sí mismo o a otros, es recomendable consultar con un profesional. El médico podrá evaluar si existen factores físicos o psicológicos que estén contribuyendo a este comportamiento.
En conclusión, las rabietas, aunque desafiantes, pueden ser manejadas con paciencia y consistencia. Al entender las causas subyacentes y aplicar estrategias efectivas, es posible reducir su frecuencia y mantener la paz en el hogar.
Redacción MI DOCTOR sobre la base de una publicación de Mayo Clinic