Revelación: El líder talibán se encuentra en Kandahar
Desde que tomaron el poder el 15 de agosto, muchos dirigentes talibanes aparecieron en público en Kabul, pero del líder supremo del movimiento fundamentalista, Hibatullah Akhundzada, solo ayer se supo que está en Kandahar.
Desde que tomaron el poder el 15 de agosto, muchos dirigentes talibanes aparecieron en público en Kabul, pero del líder supremo del movimiento fundamentalista, Hibatullah Akhundzada, solo ayer se supo que está en Kandahar.
“Puedo confirmar que está en Kandahar. Ha estado desde el comienzo”, dijo el portavoz talibán Zabihullah Mujahid. “Aparecerá pronto en público”, señaló a su vez el portavoz adjunto Bilal Karimi.
Mulá especializado en cuestiones religiosas y judiciales, el nombre de Akhundzada empezó a escucharse en mayo de 2016, cuando sustituyó al frente de los talibanes al mulá Mansur, que murió en un ataque estadounidense con drones en Pakistán.
Su primer objetivo era unir al movimiento fundamentalista, dividido por las luchas internas y el descubrimiento de que se había ocultado la muerte de su fundador, el mulá Omar, durante años.
Hibatullah Akhundzada solo se manifiesta durante las fiestas islámicas. Para muchos analistas, su rol es más simbólico que operativo.
Hijo de un teólogo, originario de Kandahar, territorio pastún y cuna de los talibanes, Akhundzada gozaba antes de su nombramiento de una gran influencia en el movimiento, y llegó a dirigir su sistema judicial.
Desde que recuperaron el poder de Afganistán, tras haber sido expulsados hace 20 años por una coalición internacional encabezada por Estados Unidos, los talibanes no habían informado sobre sus desplazamientos y actividades.
VIDA DE “ERMITAÑO”
“Si Dios quiere, lo verán pronto”, había asegurado esta semana a la prensa el principal portavoz talibán, Zabihullah Mujahid.
Los jefes de las diferentes facciones talibanes se han ido mostrando públicamente en Kabul estos días.
Tradicionalmente los talibanes han dejado a su líder supremo en la sombra. El fundador del grupo, el mulá Omar, llevaba una vida de asceta y apenas se le vio por la capital afgana durante su anterior periodo de gobierno en los años 90.
Omar vivía escondido en su domicilio de Kandahar y era muy reticente a recibir a dirigentes en su casa. Pero su palabra se consideraba sagrada, un respeto que ninguno de sus sucesores consiguió.