Martí en Panamá

DESDE LA TIERRA 23/04/2015
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Los resultados de la última Cumbre de las Américas en Panamá reflejan de forma nítida la historia de la región desde el pionero Congreso Anfictriónico convocado por Simón Bolívar en 1826 con el objetivo de sentar las bases para las relaciones permanentes de la Patria Grande. Aunque esa vez, el itsmo todavía pertenecía a Colombia, consolidó siempre su rol integrador aprovechando sus condiciones geográficas de enlace entre el sur del continente, del centro hacia el norte, las islas caribeñas y los dos grandes océanos.

Con Omar Torrijos, Panamá acentuó esa vocación natural con una actitud de convocatoria a todos, sin detenerse en variables políticas. Esa postura ayudó a que la ciudad fuese el escenario de las primeras cumbres regionales. Más tarde, se eligió a la Isla de Contadora –refugio en su momento del Sha Pavlevi de Irán– para que se encuentren las fracciones enfrentadas en Nicaragua, El Salvador, Guatemala.

También ahí se dieron cita los grupos guerrilleros colombianos para buscar caminos alternativos a la guerra interminable. Fue Panamá el refugio de decenas de exiliados latinoamericanos que podían ahí realizar congresos para unificar la lucha contra las dictaduras. Jaime Paz Zamora fortaleció su línea de diplomacia directa en ese ambiente de respeto.

Con esos antecedentes, entre otros, el Gobierno de Panamá alentó la presencia de todos sus pares en la Cumbre de las Américas, la cual había nacido como competencia a las cumbres del Grupo de Río e Iberoamericana, desde Miami, más para imponer que para unir. En 1994, por ejemplo, el ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada se enfrentó a Estados Unidos que quería el uso del Agente Naranja contra los cultivos de coca.

La asistencia de la República de Cuba por primera vez en esta cita continental sólo podía ser imaginable con la invitación de un anfitrión panameño. Raúl Castro, a su vez, mostró por qué la Revolución Cubana derrotó todos los intentos de invadirla, distorsionarla y los complots para asesinar a Fidel. Mostró cuándo usar el discurso duro y cuándo aprovechar puentes y por qué su cancillería es tan influyente.

La delegación cubana confirmó que su mayor influencia no es la marxista o leninista, sino la de José Martí, quien supo distinguir lo bueno y lo perverso de los Estados Unidos y, a la vez, fomentó el gran trazado de 1959, esa Revolución que con todos sus errores nunca dejó de privilegiar a los desposeídos y, ¡sobre todo! a los niños, esos “pioneritos”, los más sanos y educados de América Latina.

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