Es ciertamente una buena noticia que nuestra ciudad esté dentro de las veinticinco ciudades más lindas del mundo, considerando otras similares de tipo colonial. La noticia, propalada en una red de televisión, nos ha llenado de alegría, así como la del señor alcalde municipal que por fin ha iniciado una campaña ofreciendo obsequiar pintura blanca a las edificaciones a medio construir, con la intención de que Sucre recupere su tradicional característica, la de ciudad blanca.
Es en realidad un premio a los que no han concluido sus casas o edificios, pero no importa porque el objetivo es recuperar nuestras tradiciones cuando todavía estamos a tiempo. En cambio, para quienes han conservado los valores arquitectónicos o han concluido sus casas o edificaciones, existe un castigo que consiste en pagar impuestos más altos que los que no lo han hecho y ese absurdo es un error que los nuevos concejales tienen que corregir, si se quiere evitar que sigamos consolidando el nombre de Sucre como la ciudad inconclusa.
Felizmente hay muchas cosas que se pueden revertir, como los colorinches de fachadas en el centro histórico, el estado de aceras y calzadas, o la proliferación de cables y de basura pero, lamentablemente, hay otras que ya no se pueden revertir y eso es lo preocupante.
En esto, tiene mucho que ver y explicar tanto la Dirección de Patrimonio Histórico, que tiene la competencia principal de aplicar los reglamentos de preservación del Centro Histórico, así como el PRAHS, que tiene la función de la elaboración de proyectos y planificación, la supervisión de obras y gestión del Patrimonio Histórico y Cultural.
Hace unos días, en una reunión de la Plataforma Municipal, alguien decía que en Sucre nos estamos mintiendo a nosotros mismos y estamos mintiendo a quienes vienen a visitarnos, sencillamente porque las fotografías de nuestra ciudad se las arregla en computadora y vendemos una imagen que no es la real porque promovemos el turismo hacia la ciudad blanca y los turistas se encuentran con que no es blanca, ni limpia, ni ordenada, con templos cerrados y calles deterioradas, llenas de basura y de perros hambrientos. Triste pero cierto.
Y, lo que es peor, con construcciones legales y no legales que, a la vista, están atentando contra nuestro patrimonio arquitectónico, histórico y cultural. Es imprescindible una auditoría urbana, especialmente de las 472 hectáreas del Centro Histórico, en el que están edificios nuevos que violan las normas y, lo que es más grave todavía, algunos en plena construcción. No se respeta la altura de los inmuebles colindantes, ni siquiera en calles tan emblemáticas como la Suipacha, la Bolívar o la Loa, para citar algunos ejemplos.
Porque esas edificaciones son precisamente las que constituyen un daño irreversible es que el Comité Custodio del Patrimonio Arquitectónico de la ciudad está recibiendo información sobre estos casos, para que con la opinión de instituciones y profesionales idóneos, se efectúen las reclamaciones correspondientes para enmendar lo que todavía se puede y para evitar que este estado de cosas continúe. En otras palabras, es importante ocuparse de los problemas que tienen solución, pero es de vida o muerte evitar que continúen las edificaciones que ocasionan un daño irreversible a nuestra ciudad patrimonial, lo que hay que lograr a cualquier precio.