Las máquinas de velocidad en nuestras calles

13/05/2015
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A riesgo de parecer ridícula, déjeme decir que el Circuito Oscar Crespo Sucre 2015 fue un infortunio para la ciudad. Por su ruido tan estridente como una motosierra, por cortar la comunidad en una mitad sin paso de un lado al otro, por interrumpir relaciones normales entre la población, por el polvo, por la borrachera de los pilotos después, el evento fue una imposición y un símbolo patente del verdadero alcance de la llegada del tecno-modernismo a Sucre.

La diseminación de nueva tecnología (como autos que aceleran como cohetes) nunca ocurre por un proceso democrático; mejor dicho se oculta por el mito o la racionalización del “progreso”, e invade por el método económico del “comercio libre.” Recuerdo una entrevista grabada con nuestro vicepresidente al principio de la administración actual. Dijo con confianza que Bolivia balanceará la tecnología “avanzada” (la cual es inventada por corporaciones multinacionales específicamente para adelantar su dominio capitalista) con las tradiciones ancestrales que hacen irrepetible la región.

Como investigadora de los impactos del avance de la técnica moderna, el desarrollo paralelo de la sociedad masiva y la consiguiente destrucción de culturas antiguas, quiero decir que tal balanza no es posible. El imperativo de la sociedad moderna es tomar poder total, mientras la forma misma del automóvil, del fono celular y de la computadora, etc. impone relaciones insólitas en la historia entre personas, al colectivo y con la naturaleza—con resultado del derrumbamiento de la familia y la alienación del individuo.

Es esta pérdida del espíritu que yo vi en las caras de sucrenses en la plaza principal durante la carrera automovilística. No vi la “fiesta” prometida; vi una confusión, una desorientación, un vacío del alma. Entonces pregunté a un campesino que vendía tejidos, un técnico de CESSA, un taxista, una vendedora de periódicos, un arquitecto y una anciana de más de ochenta años sus opiniones; cada quien, poniendo sus ojos en blanco, asintió que tenía que aguantar el suceso como si estuviera
llevando una cruz.

Por supuesto, la atracción a la competencia es el arquetipo a la experiencia humana; sus orígenes se remontan a la era paleolítica. Por eso son aclamados los pilotos valientes… pero sus super-máquinas han desviado lo que empezó con músculos e ingenio de una escala humana a su opuesto: adoración a la velocidad más allá de la capacidad de nuestras sensibilidades para integrar, el culto de la Máquina über alles y un evento del Espectáculo que, según situationist Guy Debord, refleja las cualidades precisas que Sucre no necesita en su proyecto admirable de seguir como una de las ciudades más bellas del mundo y conservar el vivir bien.

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