Parece normal la repulsión a unas burdas láminas escolares elaboradas por el Día de la Madre, láminas que desprenden racismo, regionalismo, ignorancia e inclusive un criterio estético basto, pero allí debajo y al final de cuentas también hay machismo y en las respuestas hay hipocresía, clasismo y parecería que también más regionalismo.
El amor de madre desata pasiones. Las láminas escolares, multicolores y sobre variados temas considerados de interés educativo, están plagadas de errores; a pesar de ello, hasta ahora se han distribuido aparentemente sin control alguno. Es que tocan a las madres y es cuando hay reacciones.
El Día de la Madre, que está próximo, es uno de los días más celebrados del año. Flores y regalos se ven ir y venir por las calles, los restaurantes se llenan, las tiendas de electrodomésticos hacen su agosto, hay interminables horas cívicas en las escuelas y hay madres encantadas mirando actuar a sus niños y niñas. Es la ocasión para vender láminas educativas alusivas a la fecha, por supuesto.
Y estos amores también migran, en Barcelona, por ejemplo, es cuando se realiza una de las mayores concentraciones de bolivianos en Cataluña que, para agasajar a las madres, pagan su entrada para bailar con conjuntos que llegaron para la fecha y disfrutan de la comida tradicional a buen precio en un domingo entero.
La gente en Bolivia tiene maneras ingeniosas de ganarse la vida, las plazas y calles son mercados descontrolados. El ingenio lleva a algunos a las imprentas con las láminas escolares que venderán en los colegios o librerías. No hay control, ni de salubridad en los alimentos, ni ortográfico ni de contenido en los textos.
Quien escribió en esas desafortunadas láminas por el Día de la Madre, donde evidentemente se ofende a las madres del oriente del país, salió y dio la cara, eso hay que reconocerle, y pidió perdón públicamente ante los medios de comunicación. Desde Santa Cruz no perdonan y quieren juicio y sanción ejemplar.
En el oriente tienen suficientes motivos de enfado, aunque no siempre hay reclamo ni sanciones ejemplares para quien ofende a las mujeres: a quien agrede metiendo mano descaradamente, besando sin consentimiento o entonando frases sexistas de manera ostentosa y pública, todo como forma de afirmación de poder y de machismo, a estos que ni piden perdón aún se les vota.
¿O es que vale que “los nuestros” ofendan a nuestras mujeres y no que “los otros” ofendan a nuestras madres? ¿No hay también regionalismo en la respuesta? Decir entonces que se busca defender la dignidad de las mujeres es una hipocresía.
Es que ofender a las mujeres es una cosa y a las madres otra. Nuestra cultura machista nos enseña que una mujer no vale hasta que es madre, porque ser madre es el destino y la razón de ser mujer.
La madre es la que se sacrifica, que lo da todo por sus hijos e hijas, que no come, no duerme, que antepone a sus criaturas a su carrera, su trabajo y su cuidado personal, que plancha, cose, cocina, limpia y soporta por ellas todo lo que venga y lo que no, generalmente del marido. ¿Cómo no amar a la madre? ¿Se ama a ella o a lo que da? Así es un amor egoísta e hipócrita.
El ser mujer, como persona que crece, se educa, produce, crea, triunfa, se enriquece y, si quiere, es persona pública, que decide si desea ser madre o no, debiera ser lo primordial y el amor hacia ella así lo debería reflejar. El sacrificio se puede valorar sólo como caso extremo, no como norma.
Quien escribió los textos de esas láminas educativas ¿es el único responsable de racismo, regionalismo, machismo e ignorancia? ¿La empresa que lo contrató y lo despidió no controló? ¿No cobró, no lucró? ¿Por qué paga el eslabón más débil? ¿El Ministerio de Educación por qué lo permitió? ¿Por qué no ofenden otras afrentas? Así como el amor de madre está mal enfocado, las ofensas y las sanciones también deberían ampliar la mirada.