Y cuando todos creían que los dirigentes de la FUL habían agotado su repertorio de actividades preferidas: fiestas, bailes, entradas, bufonadas y demás celebraciones permanentes a las que, habitualmente, nos tienen acostumbrados, aparece la frutilla sobre el helado.
Denuncias de chantaje y malversación de fondos. Estas son las acusaciones lanzadas a quemarropa por algunos dirigentes de centros de estudiantes de la Universidad San Francisco Xavier quienes han denunciado que los dirigentes de la Federación Universitaria Local (FUL) gastaron Bs 39.000 en la supuesta compra de refrigerios para la entrada universitaria del año pasado y que los mismos no fueron repartidos entre los danzarines.
Pero ahí no termina el baile. También han acusado —con grabaciones en mano— de supuestos cobros que los dirigentes estarían acostumbrados a pedir a diferentes fraternidades para que tengan un lugar preferencial en la famosa entrada universitaria que, como se puede observar, es el marco propicio donde la FUL exhibe sus mejores (o peores) atributos desde hace mucho tiempo atrás, con la mirada complaciente –por no decir protectora– de las propias autoridades de esa casa de estudios superiores.
Y si hacemos un recuento de otros episodios similares del pasado reciente, concluiremos que este no es un fenómeno reciente sino que se remonta a gestiones anteriores.
Lo lamentable es que la opinión pública ya parece haberse acostumbrado a que la dirigencia estudiantil se esté transformando en una suerte de escuela para el futuro tráfico de influencias y otro tipo de conductas inapropiadas de sus ocupantes, además de una plataforma política para que muchos de ellos pasen luego a engrosar los partidos políticos o tomar algún cargo público.
Ejemplos abundan. Y para ello sólo basta con revisar la lista de dirigentes universitarios que en los últimos años saltaron de inmediato a funciones y cargos políticos en instituciones públicas sin mayor mérito ni experiencia que la adquirida en su paso por la Federación Universitaria Local.
De esa FUL combativa que hizo frente a las dictaduras y estuvo de la mano con la historia de Bolivia y sus movimientos, no queda rastro alguno. Ahora –aunque excepciones deben existir– la imagen predominante que ofrece ese órgano universitario es la de grupos que velan no por los intereses de una mejor educación y echan mano del desgastado argumento de la autonomía y del cogobierno para cubrir (o encubrir) cualquier desatino.
Más allá del desafortunado momento que significa este tipo de denuncias que deberán comprobarse a su tiempo y en las instancias que sean convenientes, todos debemos preguntarnos por el rol histórico de la dirigencia estudiantil universitaria.
Ahora que las condiciones de la sociedad global están el plena transformación, que el país necesita una asimilación de las nuevas formas de conocimiento para hacer viable nuestro futuro como nación y como colectividad, nuestros dirigentes universitarios se preocupan no de exigir mejores condiciones de aprendizaje, sino de cuántos recursos pueden obtener en actividades entregadas al desenfreno.
La comodidad, la ambición y el extravío se han instalado en la que algún día fuera una de las universidades más importantes del continente y del mundo. Mientras tanto, los estudiantes descansan adormecidos por la medianía que es en última instancia, fomentada por la propia conducción de la Universidad.
La imagen predominante que ofrece ese órgano universitario es la de grupos que velan no por los intereses de una mejor educación y echan mano del desgastado argumento de la autonomía y del cogobierno para cubrir (o encubrir) cualquier desatino.