Tal como viene ocurriendo desde hace algunos meses, cuando se inició el descenso de los precios de las materias primas en los mercados internacionales, durante los últimos días se han recibido con preocupación los datos estadísticos correspondientes a las exportaciones de nuestro país.
Como se sabe, gran parte de esas cifras negativas se debe a la disminución del valor de nuestras exportaciones no tradicionales, entre las que se destaca el gas y los minerales. Se trata, por consiguiente, de un fenómeno ajeno a las políticas económicas que se vienen aplicando en nuestro país, pues es íntegramente atribuible a factores externos.
Lamentablemente, no puede decirse lo mismo de otros datos, eso sí en verdad alarmantes, que son los relativos a la tendencia decreciente de nuestras exportaciones no tradicionales y muy especialmente las correspondientes al sector manufacturero.
Las cifras que dan cuenta de esa tendencia hacia la desindustrialización de nuestro país son alarmantes. Por ejemplo, mientras hace 15 años el valor de las exportaciones no tradicionales llegaron al 44 por ciento del valor total, el año 2011 apenas alcanzaban al 24 por ciento del total y hoy, según los datos más recientes, están ya por debajo del 20 por ciento. Y lo peor es que, según todos los indicadores, la tendencia tiende a acentuarse más aún durante los próximos meses y años.
Si la atención se concentra en las exportaciones provenientes del sector manufacturero el panorama es aún más alarmante pues se pone en evidencia el ritmo acelerado al que nuestro país está desindustrializándose. De acuerdo a la Cepal, las exportaciones manufactureras del país alcanzan sólo al 4.9% del total, el porcentaje más bajo de América Latina y el Caribe y también el más bajo de las últimas décadas. Así lo confirma, además de la reducción de nuestra oferta exportadora, la caída de la participación de este sector en el Producto Interno Bruto, que actualmente apenas llega al 13%, porcentaje que a fines de la década de los años 80 ya bordeaba el 20 por ciento.
Aún peor que los aspectos cuantitativos de tan drástica disminución es el aspecto cualitativo. Es que los rubros en los que hubo más retrocesos han sido precisamente los que más había costado fortalecer. Es el caso de los textiles, los artículos de cuero, joyas y maderas elaboradas, entre otros productos con valor agregado relativamente alto, que después de muchos años de esfuerzos sostenidos compartidos por empresarios y trabajadores se perfilaban promisoriamente como sólidos pilares de una economía nacional más diversa que la que tradicionalmente nos condenó a la condición de productores y exportadores de materias primas.
Las interpretaciones que se pueden hacer sobre estos datos son muchas, pero sin duda la principal es que reflejan un alarmante retroceso en el proceso que conduce a los objetivos más importantes que se había fijado nuestro país, como son la ampliación de nuestro aparato productivo y la diversificación de las exportaciones.
Los datos confirman que con cada mes que pasa aumenta nuestra condición de país monoproductor y que nuestra economía es cada vez más dependiente de la extracción de materias primas