La nueva Presidenta del Tribunal Supremo Electoral (TSE) ha desafiado a sus colegas de los niveles nacional y departamental a trabajar para recuperar el prestigio que esa entidad ha perdido por un grupo de vocales, hombres y mujeres, que la condujeron al desastre por haberla puesto al servicio de intereses sectarios.
Con esa actitud, se destruyó un largo proceso de construcción del órgano electoral. Siempre hay que recordar, para estar alerta ante las arremetidas de corrientes autoritarias, que fue el año 1991 cuando el sistema político partidario de entonces se dio cuenta de que para garantizar la mantención del sistema democrático tenía que aportar a la construcción de un órgano electoral independiente. Así, y no sin muchos esfuerzos, se logró conformar una Corte Electoral con personalidades de reconocido prestigio profesional y ético con un vocal nominado por el Presidente de la República, en consideración a que entonces esta entidad no era un poder del Estado como lo es ahora, pese a lo cual, se ha mantenido esta atribución.
Con tropiezos y, sobre todo, enfrentando varios intentos por revertir esa decisión en favor de los partidos políticos, la ciudadanía y muchas organizaciones de la sociedad supieron defender su independencia, hasta la primera reelección del actual Mandatario, en cuya nueva gestión y al amparo de la reforma constitucional se conformó un Órgano Electoral Plurinacional (OEP) con personas afines al partido de gobierno o al proceso que éste impulsa y procedieron a desarticularlo, al parecer, de forma premeditada.
Tal ha sido el desastre provocado que incluso autoridades de gobierno pidieron sus renuncias, aunque se mantienen en funciones los vocales departamentales que con honrosas excepciones, acataron las instrucciones del sectarismo y realizaron, particularmente en las pasadas elecciones subnacionales de marzo pasado, groseras maniobras para beneficiar a los candidatos del partido de gobierno.
Ahora, también en un polémico proceso en la Asamblea Legislativa Plurinacional han sido elegidos nuevos vocales del TSE, y el primer mandatario ha hecho lo propio. La diferencia es que entre los nominados hay reconocidas personalidades que si bien varias de ellas han expresado su adhesión político-ideológica, tienen que cuidar un prestigio ganado en el campo de la defensa de los derechos humanos, la academia, el registro ciudadano. La esperanza radica en que los elegidos estén a la altura del desafío que reconocen y recuperen, como ha ofrecido su Presidenta, la imagen de probidad de la entidad, voluntad que podrá ser comprobada en la organización y realización de los próximos referendos departamentales y municipales.
Hay que insistir en que tienen en sus manos una tarea que es básica para la supervivencia del sistema democrático: la realización de elecciones en las que se garantice a la ciudadanía el derecho a sufragar “mediante voto igual, universal, directo, individual, secreto, libre y obligatorio, escrutado públicamente”.
No es fácil hacerlo, más aún si la ciudadanía que cree en la democracia, y que desde que ésta fue recuperada es mayoritaria en el país, ha sido frustrada por el poder político circunstancial y porque en éste se mantiene corrientes autoritarias que consideran a las prácticas democráticas como escollos a eliminar.
La esperanza radica en que los vocales elegidos del TSE estén a la altura del desafío que reconocen y recuperen, como ha ofrecido su Presidenta, la imagen de probidad de la entidad, voluntad que podrá ser comprobada en la organización y realización de los próximos referendos departamentales y municipales.