Seguramente, uno de los temas más recurrentes, peor cuando de conflictos se trata, es el diálogo. Las partes en conflicto se retan mutuamente para dialogar y a su turno endilgan a la otra, su contraria, que no tiene voluntad para hacerlo; cada una proclama reiteradamente su voluntad para dialogar; no existe tercero que no les exhorte hacerlo y en fin, cualquiera sea la situación donde se esté, tod@s ofertan, reclaman y hasta exigen lo mismo: dialogar.
Pero, pregunto: ¿Qué es el diálogo? Y además: ¿Cuáles son las habilidades requeridas para que produzca los resultados esperados (sea efectivo) puesto que no se trata de dialogar para la platea o las gradas, sino para -por lo menos- intentar genuinamente resolver un conflicto preexistente. De eso se trata.
Los que saben, enseñan que el diálogo es una conversación entre dos o más personas que alternativamente exponen sus ideas y comentarios sobre un problema o conflicto, con la intención de lograr un acuerdo o encontrar una solución.
Entre las habilidades requeridas para dialogar, resaltan fundamentalmente además de la genuina voluntad para hacerlo (cabría usar el término buena fe), el saber admitir y sobre todo respetar las opiniones de los demás, incluyendo las contrarias, sin descalificarlas y peor, a sus emisores; es entonces clave, ser tolerante y saber escuchar (escucha activa, dicen los que saben). Obvio es entonces que los insultos, las agresiones, las amenazas o el matonaje de una parte hacia la otra, entre ambos o hacia terceros, estropeará el objetivo. Además, es fundamental que para encontrar solución al problema, ella deberá ser construida entre las partes enfrentadas, lo que implica ceder sus posturas huyendo de atrincheramientos, para entre todos - parte A y parte B- construir una solución que deje más o menos satisfechos, a ambos. Entonces, las imposiciones, las verdades absolutas, quedan para el efecto, completamente descartadas.
Aunque suene obvio, naturalmente que para encontrar mediante esa vía la solución ansiada, es imprescindible que el diálogo sea entre las partes enfrentadas, DAYAN dice: "Si quieres la paz, no hablas con tus amigos. Hablas con tus enemigos", pues fuera absurdo convocar a tus cuates, para que vitoreen tu postura, sin que se les mueva un pelo a tus contrarios y claro, el conflicto siga vigente… Está claro entonces que un monólogo o dos, no sirve.
Así las cosas, ¿Será que, por ejemplo, en el conflicto entre los cívicos potosinos y el gobierno se han acercado siquiera a lo anterior? Está claro que no, pues por un lado ambas partes se han descalificado e insultado, aunque las provenientes del poder, precisamente por eso, suenan grotescas para su discurso. ¿Tuvieron todas las partes voluntad o mejor buena fe para dialogar? Parece que en el caso de una, sólo se trató de ganar tiempo para desgastar el movimiento al límite y luego imponer en los descuentos una postura. La actuación de sus voceros tampoco contribuyó a lograr una solución en tiempo razonable, sino más bien, desentonaron los dislates… y de ambas partes, por si acaso. !Vaya que les duró poco el efecto Papa Pancho!!!, pues como se está viendo: "Dos monólogos no constituyen un diálogo". A propósito, el beato Juan Pablo II decía: "El diálogo, basado en sólidas leyes morales, facilita la solución de los conflictos y favorece el respeto de la vida, de toda vida humana. Por ello, el recurso a las armas para dirimir las controversias representa siempre una derrota de la razón y de la humanidad." Y así nos va yendo…