¿Por qué lo que se está viviendo en la Universidad San Francisco los últimos días, con el forzado intento de destitución de Edwin Velásquez, docente y ex decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, tiene un aire en extremo familiar para todos nosotros?
Pues bien, es que esta noticia no dista nada de lo que viene sucediendo en Bolivia desde que el actual régimen gobernante asumió el control total del poder: persecución política y manipulación de todos los instrumentos de tipo legal a su alcance para debilitar y asfixiar a todos quienes estén contra la línea que ha trazado dicho proyecto político.
Su efectividad está por demás comprobada, en tanto se blinda con el discurso de la institucionalidad. Todo está bajo el paraguas imbatible de la Ley. La ley es para todos (¿realmente lo es?). Así que eso no está en discusión.
Pero en realidad, a lo que saben todas estas prácticas (como la que acaba de ejecutar a Edwin Velásquez, en la primera instancia de un maquinado proceso universitario), es a las novelas del viejo Mario Puzo, a vendetta.
Como quien dice: llegó la hora de ajustar las cuentas. Alguien va a dormir con los peces esta noche y aún más. Lo que acaban de hacer en la Universidad es mandar la cabeza de un caballo degollado, como en El Padrino —la mítica película de Francis Ford Coppola—, para advertir que no hay que jugar con el poder de los grupos de quienes tienen el dominio y control casi absolutos de San Francisco Xavier.
La cabeza es la de Edwin Velásquez, y su pecado fácil de inferir: haber tenido una actuación abiertamente crítica, durante la campaña electoral universitaria, contra quienes hoy manejan esa casa de estudios superiores.
No debemos olvidar que la ex autoridad, ahora condenada por la supuesta omisión de presidir la Comisión Evaluadora de méritos de los postulantes a docencia, fue uno de los principales impulsores del proceso que detuvo la reelección de Wálter Arízaga al rectorado.
El caso del ex decano Edwin Velásquez, contra quien se acaba de decretar una resolución de “destitución” de la Universidad, con un proceso amañado y una resolución que constituyen una vergüenza pública para cualquier estudiante de leyes, y mucho más para quienes dicen enseñarlas, es emblemático y por demás inquietante.
La razón de la destitución tomada por una juez sumariante designada por el Consejo Universitario, es que Velásquez no habría presidido la Comisión, cuando está sobradamente demostrado que actuó dentro del marco de la normativa universitaria.
Lo lamentable no es que se sigan procesos cuando existan responsabilidades y que las mismas se aclaren en las instancias que correspondan. Lo lamentable es que de ahora en adelante a nadie le importe quién tiene razón. La razón del poder es lo que vale en estos casos y la razón del poder no busca aclaraciones, busca anular al oponente e instalar un régimen de miedo.
Si la Universidad deja de ser –como de hecho está sucediendo en el caso que hoy ocupa nuestra atención– el espacio por excelencia para la libertad de pensamiento y de expresión, o el natural cobijo para el ejercicio de los derechos y libertades constitucionales y, al contrario, pasa a convertirse en el ámbito de prácticas inquisitoriales y totalitarias, la conclusión incontrastable es que ha perdido totalmente el rumbo.
No es posible admitir que San Francisco Xavier, cuna de la rebelión americana, pulmón de las doctrinas que conmovieron la historia de nuestro continente, entierre hoy el pluralismo y censure o castigue el libre debate, la diferencia y la diversidad de ideas. Reimpresión
No es posible admitir que San Francisco Xavier, cuna de la rebelión americana, pulmón de las doctrinas que conmovieron la historia de nuestro continente, entierre hoy el pluralismo y censure o castigue el libre debate, la diferencia y la diversidad de ideas.