Prudencia y sensatez

13/08/2015
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Los exabruptos y el triunfalismo oficial desatado están provocando una agudización de la confrontación con Chile, tan inútil como imprudente. Cuidado con las advertencias de Chile.

La historia la escribieron los chilenos y como vencedores han perfilado la versión oficial de la guerra. Fueron y quieren seguir siendo los dueños del lenguaje, porque creen que el último y más preciado bien del despojo marítimo es la palabra ¿Nos seguirán ganando con ella en la posguerra? ¿Invadirán y tomarán otra vez territorio por la “afrenta” de haberlos demandado? ¿Qué hay al otro lado de la paz, sino la guerra? Una vez desencadenada, nadie puede prever las consecuencias desastrosas para el más débil. Si bien la violencia de las armas como manera de solucionar los conflictos entre Estados es cada vez más obsoleta, ésta no es descartable. Sabemos que la guerra del 79 fue una guerra inmoral, inspirada en turbios intereses de poder chileno e inglés, pero su “palabra” sostiene que sólo les movieron ideales nobles y defensivos, y ahora creyéndose también vencedores en La Haya coronan con laureles su “defensa triunfal” y amenazan veladamente, hablan de promover un "conflicto" de "graves consecuencias" porque según esta falacia sistemática, defenderán sus “derechos de conquista con sangre”.

Y no es mera amenaza. Chile, en afán disuasorio, refuerza permanentemente su potencial militar; recientemente ha comprado más de 500 tanques Leopard II, más de 50 aviones F-16, 03 submarinos scorpene con lanzadores de misiles contra objetivos aéreos; ha cambiado todos los fusiles de asalto de su infantería de ejército y marina. Dispone de 15.000 nuevos fusiles de asalto heckler & koch (hk) G36C; la infantería de ejército es íntegramente blindada en portatropas a orugas: su marina de guerra ha construido en Concepción y Talcahuano bunkers y refugios antiaéreos. La pregunta es ¿para qué y en contra de quién?

Seamos prudentes, cuidemos las palabras, el manejo eficaz de la incertidumbre política no es una cualidad de nuestros gobernantes a lo largo de la historia. No provoquemos, que los políticos se abstengan de opinar lo que no saben por sólo “aparecer” o por reforzar una opinión desfachatada. No hagamos, pues, demagogia.

Evitemos palabras sediciosas, podemos desencadenar la tragedia. Las insinuaciones y decisiones políticas chilenas se tornan peligrosas porque es más fuerte económicamente, e internacionalmente tiene más amigos. Con el poder de su elocuencia y reputación, puede conseguir corromper la historia una vez más, debemos aprender la lección de que nuestros optimismos acaban siempre en desastre.

Sólo la CIJ sabe si hemos apuntado bien. Veremos si nos proporciona el alivio que necesita nuestra conciencia para quedar absuelta y que la tragedia quede sólo en imaginación.

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