A la vista de la atada de los huatos de los zapatos del presidente y otras imágenes que circulan de otra, esta vez de sus cachos e incluso (a confesión de parte…) que su “seguridad” no sólo le ata los zapatos sino hasta le viste y pone el cintillo de capitán del equipo (aclara, que por cariño…) y en el otro lado de la vereda, otras imágenes del cementero con algún otro acólito llevándole el paraguas y, finalmente, los torpes intentos de justificación de los afines del primero; no me queda claro que es más repugnante: sí el proceder del presidente o de otros poderosos, el servilismo del personal a sus órdenes o las justificaciones que sus incondicionales pretendieron hacer de tal abuso.
A propósito, que burdo suena aquello de la Constitución en sentido que es fin y función esencial del estado, el de constituir una sociedad justa y armoniosa, cimentada en la descolonización, sin discriminación ni explotación, con plena justicia social. No se ría por favor, peor cuando además ese mismo artículo –el 9 de la CPE, por si acaso- dice que otra de las funciones de ese estado, es garantizar el bienestar, desarrollo, seguridad y la protección e igual dignidad de las personas. Es más, cabría recordar como adorno por lo menos, que su art. 15.I ordena –aunque por lo visto, mucho éxito no tiene- que toda persona, tiene derecho a la integridad psicológica, por lo que nadie sufrirá tratos crueles, inhumanos, degradantes o humillantes, por lo que aunque le parezca increíble, su art. 22 dice: “La dignidad y la libertad de la persona son inviolables. Respetarlas y protegerlas es deber primordial del estado”.
Naturalmente que a esta altura de la carcajada y/o el lagrimeo, se habrá también reparado en que el presidente, en tanto no sólo es capitán del equipo de futbol presidencial sino fundamentalmente es la cabeza de uno de los órganos estatales, para algún desubicado incluso del primero, el ejecutivo (aunque así procede, como si fuera el único ante la inexistencia de separación de los otros que aunque disimulan, sólo cumplen su voluntad omnímoda), debe dar ejemplo con su proceder, del cumplimiento de aquellas normas, que además, aunque estaban en las antiguas casi en los mismos términos, aparecen muy bien pitucas en su nueva Constitución, aprobada a sangre y fuego en La Calancha.
Pero dejando de lado ese proceder presidencial, que así las imágenes superan incluso al de cualquier corte real, llegando a lo imperial; son también repugnantes las cómicas y consabidas justificaciones que intentan -luego del desastre- sus incondicionales (nunca más acertada esta expresión). Un@s han dicho que se trataba de un “acto reflejo”; luego que eran imágenes truchas; no ha faltado quien –como no podía ser de otra manera- no ha tenido más que recurrir al deterioradísimo cuento de echarle la culpa a la derecha (se olvidó del imperio… seguramente por las empanaditas que hoy hace con Cuba); otro dijo que se trata de un ataque desmesurado de la oposición (confundiendo el mensaje con el mensajero) e incluso, no ha faltado un amante de los camiones que ha llegado a sostener sin el menor rubor que el presidente es el hombre “más sencillo, humilde y sosegado” (!!sic!!!)
Sostengo que esos acontecimientos, incluyendo por si acaso al del sostiene paraguas del otro poderoso (en otros ámbitos) prueban el grado de degradación al que la mayor parte de la llamada clase política ha llegado en Bolivia, metiéndole su poder por encima de cualesquier consideración, se trate de la Constitución, las leyes, la decencia y lo que es peor, la persona (la suya y la de sus semejantes) pero además, hay que lamentablemente recocerlo, también plasma la degradación de muchas instituciones y las personas que las integran, al rendirse como esclavos ante ese poder, reduciendo su naturaleza de seres humanos a meros objetos, usando cualquier pretexto para despistar su dignidad y conciencia. Así las cosas, hoy parece no haber límite para el ejercicio abusivo del poder, contando hasta con la ayudita de quienes parecen disfrutarlo, así sea a costa de terminar aplastados por esa rueda. Me resisto aceptar que en estos tiempos del cambio, a l@s ciudadan@s bolivian@s no nos quede otra de simplemente, con TAGORE resignarse a decir: “Agradezco no ser una de las ruedas del poder, sino una de las criaturas que son aplastadas por ellas”…