¿En qué momento el gobierno del Estado Plurinacional comenzó a cambiar la zanahoria por el palo en su relación con los pueblos indígenas?
La vieja fórmula de aplicar alternativamente el palo y la zanahoria proviene, como es natural por su lenguaje, de antiguas prácticas campesinas en las labores de campo. Pero casi desde que se inició su difusión comenzó a correr con su contenido simbólico aplicado en varias situaciones, desde los métodos de enseñanza en las aulas de los sistemas educativos y en el seno de las familias hasta los procesos de resolución de conflictos pasando, como no podía ser de otra manera, por los siempre confusos pasillos de las relaciones diplomáticas.
En Bolivia y en nuestra historia reciente, el partido de gobierno usó la oferta de la zanahoria con los pueblos y las comunidades que forman parte del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis), intentando, en vano, la unanimidad de una respuesta complaciente a su decisión de atravesarlo con una carretera que, flagrantemente, viola disposiciones legislativas (consulta previa, respeto a decisiones en territorios indígenas, conservación de parques naturales, etc.), el Convenio 169 de la Organización Internacional de Trabajo (OIT), la Declaración de Naciones Unidas sobre Derechos Indígenas y el texto de la nueva Constitución Política del Estado, de la cual se enorgullecen los mismos quienes la torpedean.
Hubo palo en Chaparina, durante la Marcha del Tipnis, cuando se dirigía a La Paz. Después, autoridades y funcionarios estatales visitaron varias veces un territorio que solo conocían de oídas, llevando los clásicos regalos de la prebenda: motores fuera de borda, calaminas, algunos alimentos e insumos para la producción. En su momento vimos algunos ejemplos patéticos de esos esfuerzos, difundidos a través de medios de información. Unas pocas veces surtió efecto, pero en la mayoría las poblaciones usaron el conocido recurso de la respuesta pragmática a las “dádivas” de las campañas políticas, aceptarlas con una mano y votar, autónomamente, con la otra.
El palo volvió hace dos semanas con la represión a dirigentes e integrantes del Pueblo Guaraní en Tacovo Mora. Como dieron cuenta varios medios de comunicación las y los pobladores de esa Tierra Comunitaria de Origen (2.401 personas, 404 familias, provincia Cordillera del departamento de Santa Cruz) “demandan que la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) Chaco realice la consulta previa para la explotación de al menos cuatro pozos que están en su territorio, y están en contra de los decretos supremos y leyes que permiten la exploración y explotación de hidrocarburos en 11 áreas protegidas del país”.
No es una demanda nueva. El año 2012 ya se registraron conflictos en esta región, exigiendo consulta sobre la exploración de recursos naturales no renovables y resarcimiento económico por los daños ambientales en su territorio. La respuesta gubernamental fue que las demandas eran inviables y se acordó un determinado monto muy inferior al solicitado.
La respuesta de ahora fue la fuerza policial desmedida, chorros de agua y de gas pimienta, desprestigio de las dirigencias, golpes, amedrentamiento en las propias casas comunales y detenciones.
El uso del palo es un ejemplo palpable de la medida de la desesperación de los conductores del “proceso de cambio” por seguir contando con la plata proveniente de la venta de recursos naturales para mantenerse en el poder, aun a costa de golpear a quienes dicen representar.