Es difícil que alguien y menos ella misma hubiese supuesto que, a menos de cumplir un año de su segundo mandato, la popularidad de Dilma Rousseff estaría por los suelos. Una última encuesta revela que apenas un 7% de los encuestados respalda la gestión de la Presidenta. Otro sondeo pone en evidencia que dos de cada tres encuestados están de acuerdo en que sea apartada de su cargo.
No es verosímil que Dilma, a pesar del poco apoyo con el que cuenta, sea destituida por el Congreso. Vale decir, no parece viable un proceso de "impeachment", como reclama un buen grupo de ciudadanos que, para expresar este deseo así como su descontento con la gestión gubernamental, se pronunció en masivas manifestaciones callejeras en las principales ciudades del país, incluyendo Brasilia, Sao Paulo y Río de Janeiro.
Las dificultades políticas que enfrenta el actual gobierno así como la no menos difícil situación económica del país, han provocado una paradoja. Son los sectores populares, tanto trabajadores como clase media urbana de bajos ingresos, que sin duda dieron su voto a Dilma, los que más protestan por la que consideran una deficiente gestión gubernamental. En cambio, son los sectores conservadores, como los empresarios de Sao Paulo y otras ciudades, los que se oponen al "impeachment" o a la salida de la presidenta. Hace poco, Roberto Setubal, influyente presidente del Banco Itaú, sostuvo que la salida forzada de la Presidenta sería "artificial" y conduciría a "una inestabilidad muy mala para nuestra democracia".
La actual crisis política encuentra explicación en diversos factores, unos de índole económica y otros de naturaleza estrictamente política. Aun cuando la misma no ha llegado al punto de la ingobernabilidad, sí crea serias dificultades para llevar adelante nuevas acciones gubernamentales. Hace evidente, sobre todo, la imagen de un gobierno debilitado, tanto por su impopularidad como por sus contradicciones internas.
En cuanto a lo primero, el descontento popular es indisimulable. Al parecer no son pocas las expectativas no satisfechas de varios sectores sociales, en particular de aquellos de clase media urbana. Deficiencias en los servicios de salud, educación y transporte alimentan el descontento y dan lugar a considerar que la administración no tiene respuestas oportunas y claras para las cuestiones que se plantean en estos ámbitos.
En este descontento mayor efecto tienen, tal vez, los escándalos de corrupción en los que han resultado envueltos destacados líderes del PT y del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), principal aliado de Dilma. Las investigaciones que llevan adelante fiscales, jueces y policías, han sacado a la luz censurables comportamientos, como el soborno y el tráfico de influencias, para favorecer los negocios de varios importantes conglomerados económicos privados. Estos actos, en muchos casos, estuvieron vinculados al financiamiento de las campañas de estos partidos.
Por otro lado, la situación económica, atribuible en buena medida a factores externos como la "ralentización" del crecimiento de la economía china, es vista por muchos ciudadanos como a punto de salir fuera de control. La recesión, sumada a una inflación no deseada, está dejando lejos los años de bonanza y estabilidad que caracterizaron al gigante brasileño. En su edición de ayer, Jornal do Brasil anuncia que, según el boletín Focus del Banco Central, la caída del PIB a lo largo de este año será de 2.44% y la estimada durante 2016 de, por lo menos, 0.5%. Estas estimaciones, según explica el diario, son más conservadoras que las de instituciones financieras y centros de estudio privados. Se presume, asimismo, que el índice de inflación estará, en 2015, cercano al 9%. Razón demás para que algunos grupos empiecen a movilizarse para conseguir la recuperación del valor adquisitivo de los salarios.
En cuanto a hechos de índole política que también afectan al debilitado gobierno de Dilma, dos merecen especial relieve: el inminente retiro del PMDB de la alianza con el PT y las recientes declaraciones del vicepresidente Michel Temer. Hace algunos días, el diario Valor Económico anunció que el retiro del PMDB ya se había iniciado y que culminará el 15 de noviembre, cuando se celebre el congreso del partido. Por otra parte, declaraciones del vicepresidente –alto dirigente del PMDB– fueron interpretadas en sentido de estar referidas a una presunta "conspiración" contra la presidenta Dilma. Temer dijo que, "con un índice de popularidad tan bajo", era "difícil" que la Presidenta concluyera su mandato en 2018. Estos dos hechos muestran que la confianza entre las dos agrupaciones está dañada.
Es temprano aún para aventurar pronósticos sobre cómo será la terminación del segundo mandato de Dilma. Sin embargo, no es arriesgado presumir que, tal vez y como casi ocurrió durante la última elección presidencial, el voto de los ciudadanos ponga fin al extenso período de hegemonía "petista".