Un fallo moral

RATIO IURIS 13/09/2015
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Venezuela se desangra a pasos agigantados bajo el paraguas del socialismo del siglo XXI. Nunca como ahora, todo el discurso socialista que catapultó la figura de Hugo Chávez cobra ribetes de escándalo ante su estrepitoso fracaso, sumado a episodios de sospecha de corruptela y de evidente violación a derechos
constitucionales. Por si eso fuera poco, el panorama para Maduro no podía ser peor, habida cuenta de que, impotente e incapaz para detener una galopante inflación y una escalofriante escasez de productos de primera necesidad, es ahora gestor de un agravio a la condición de seres humanos de miles de colombianos deportados sin reparo de ninguna naturaleza.

El propósito no es otro que marcar agenda mediática para ocultar el proceso de autodestrucción del que es presa y lo que irremediablemente llegará: su caída y con ella, el oprobio de años de abuso de poder, ineficiencia y hambruna. Y es que ya no es novedad cuando se afirma que hoy Venezuela es una suerte de nave sin rumbo que depende de la cotización del barril de petróleo (el 96% de sus ingresos provienen de esa fuente) y que paradójicamente en este momento es incapaz de garantizar la venta y uso de una aspirina para mejorar un resfrío de sus ciudadanos.

Mientras los acontecimientos se encaminan por ese derrotero, se han producido los últimos días dos hechos de naturaleza política y jurídica que merecen ser subrayados. Veamos. Una juez no titular y chavista, ha sentenciado a Leopoldo López a trece años de cárcel. Error fatal si consideramos que el proceso instaurado en su contra fue totalmente político. Se encarceló a Leopoldo por disentir y ser crítico de las políticas gubernamentales por lo que, con el fallo, se ha demostrado al mundo civilizado cómo el poder político ha cooptado la administración de justicia al punto de hacerla su apéndice.

Lo otro, ha sido la contundente decisión proferida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos al ordenar a Venezuela restablezca la conexión de la frecuencia de RCTV, devuelva sus bienes incautados y pague una indemnización por daños ante el abuso que se cometió al clausurarla precisamente por ser crítica del régimen chavista. Por supuesto que ese fallo no será acatado tal como la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia venezolano ya lo ha señalado, “argumentando” erradamente que el mismo es inejecutable. Dicha determinación era de suponer vendría a la luz de la ausencia de institucionalidad en ese país, por lo que es fácil colegir que Maduro la tiene difícil tanto en el plano interno porque deberá afrontar venideras elecciones legislativas, así como en el externo, al haberse transparentado en toda su magnitud, la verdadera faceta del régimen.

No creo equivocarme cuando señalo que Maduro tuvo la oportunidad de modificar los yerros de su antecesor. No sólo no lo hizo, sino que profundizó los mismos al punto que Venezuela es hoy esa nave a la que hacía referencia, que divaga en un mar de infinitas contradicciones y con derrotero incierto para el chavismo. En el horizonte, en cambio, se vislumbra un líder al que han sentenciado ilegalmente logrando fortalecerlo de manera insospechada.

Queda claro que el discurso de programa, teoría y dogma, propio de gobiernos populistas, tiende al fracaso en la medida que la economía y sus dificultades comienza a hacer presa de nomenclaturas estructuradas a la luz de intereses corporativos y no nacionales. Al final, como decía Mercedes, “cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo”. Habrá que estar atentos.

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