La jornada del 17 de septiembre, previa al referendo sobre el estatuto autonómico, fue tan confusa para los pobladores paceños como los intentos de sus autoridades para explicar la victoria contundente del No el día después.
El jueves amaneció con más denuncias sobre el cuoteo de fondos públicos en cuentas privadas de dirigentes campesinos, campesinas y colonizadores de tierras altas y bajas, varios de los cuales destacaron en el pasado por organizar movilizaciones y grupos de choque. El conductor del minibús, donde los pasajeros escuchaban las noticias, comentó elocuente: “en vez de poncho, todos esos deberían ponerse un antifaz, como le decían al Mono Paz, pero estos han superado a todos los corruptos juntos”.
Al mediodía paseaban por El Prado personas autodenominadas “Estatutín” o algo parecido, vestidas con paños rojos y verdes, saltarinas y chillonas promoviendo el voto por el “Sí” en la consulta del domingo 20. No quedaba claro si eran figurines diseñados por el Ministerio de Autonomía, por los asambleístas masistas o por el Tribunal Electoral. El canciller David Choquehuanca expresaba públicamente que el documento reflejaba el pensamiento de las organizaciones sociales, mientras el ministro Hugo Siles, cada vez más malhumorado, amenazaba a los votantes.
Soldados (sic) repartían copias del “Estatuto”, quizá ayudando al Tribunal Electoral Plurinacional que anunció esa semana que se socializaría el estatuto autonómico de La Paz “puerta por puerta”.
Por la tarde, funcionarias públicas denunciaban por las redes sociales que estaban obligadas a parecer indígenas para ayudar al tropel que bajaba por San Francisco para pedir la habilitación electoral del presidente Evo Morales. Se vio a chapacas disfrazadas como para el Día de Comadres y guaraníes improvisados. ¿Dónde quedaron los auténticos? O al revés, un viceministro ex ONG ahora se acomoda con terno plurimulti y una alta funcionaria recién nombrada se volvió “mujer de pollera”.
La cereza fue el arribo a la Ayacucho, tramo imposible para otros marchistas. ¿Qué sorpresa esperaba? Nada menos que la banda Poopó, conocida por acompañar todo tipo de comparsas. Bombos, platillos, clarinetes, disfraces y más disfraces, mixtura y serpentina.
Hace años, la opinión pública se sorprendió por una ministra disfrazada de chola cochala hablando de sus calzones al propio mandatario. Parecía una grosería, pero, en fin, era Carnaval. No se sospechaba entonces que los habitantes de la sede de gobierno vivirían muchos otros jolgorios parecidos, confusos y, en todo caso, abusivos.