El cardenal Julio Terrazas ha fallecido el miércoles, provocando un generalizado sentimiento de pesar en el país. Desde los seres más abandonados y las regiones más olvidadas, hasta desde las más altas esferas del poder, son permanentes las expresiones de afecto hacia esa persona que hasta que las fuerzas físicas le permitieron vivió siempre pensando en cómo prestar el mejor servicio al bien común.
Es que el cardenal Terrazas, que fue párroco de su natal Vallegrande, Obispo Auxiliar de La Paz, Obispo de Oruro y arzobispo de Santa Cruz, siempre estuvo al servicio de la gente y la justicia, y fue un promotor incansable de la convivencia pacífica y de la equidad social. Se debe recordar que uno de los primeros bloqueos durante la dictadura banzerista fue organizado por el entonces joven párroco que exigía, junto a esa población, la atención a demandas que los gobernantes se comprometieron a cumplir.
Con el tiempo, caracterizaron al Cardenal su clara voluntad de diálogo, su capacidad de acercar a los contrarios, al mismo tiempo que su firmeza para evitar equívocos o engaños. Con ese bagaje, unido a su sólida posición religiosa y filosófica y el acompañamiento de sus hermanos Obispos y sacerdotes, el cardenal Terrazas tuvo, en varias oportunidades, la capacidad de evitar situaciones de violencia en el país, sea que surgieran por la incapacidad de diálogo entre sectores y regiones con instancias estatales o factores de poder, sea en el duro campo de la política, donde, como señalamos en nuestra edición de ayer, fue calificado como un inclaudicable crítico de todo autoritarismo o imposición arbitraria, como demuestra su actuación en los diferentes conflictos que tuvo que mediar la Iglesia católica desde la recuperación democrática en 1982.
Además, siempre mostró un profundo conocimiento de la naturaleza humana y de la realidad del país y del mundo, cualidades que unidas a su profunda fe religiosa le otorgaban la suficiente serenidad para actuar con paciencia y misericordia para irradiar su señalada vocación de paz, que guió su vida y su acción pastoral, particularmente en situaciones complejas cuya resolución implicaba desafíos a su autoridad y salud.
Como muchos han señalado en los últimos días, será difícil llenar el vacío que deja el cardenal Terrazas, pues su impronta en la historia contemporánea de la Iglesia y el país es fuerte. Pero será posible hacerlo porque deja un legado de servicio y paz sólido, y desde que se alejó del cumplimiento de sus funciones jerárquicas se convirtió en el permanente consejero al que fácilmente se podía acceder, salvo por su larga enfermedad a la que combatió mientras pudo.
Desde otra perspectiva, el cardenal Terrazas participó en la elecciones de los papas Benedicto XVI y Francisco, cumplió innumerables funciones en la Iglesia universal, particularmente la latinoamericana, y fue un importante referente de la Iglesia boliviana.
Ha muerto, pues, un notable personaje boliviano, y su pueblo expresa pesar por ello, pesar que en Los Tiempos también sentimos, tanto quienes somos parte de la Iglesia que él dirigió, como quienes desde otras orillas valoran su fundamental aporte al país.
Será difícil llenar el vacío que deja el cardenal Terrazas, pues su impronta en la historia contemporánea de la Iglesia y el país es fuerte. Pero será posible hacerlo porque deja un legado de servicio y paz sólido