La metáfora del titular es de un activista político, de cuyo nombre no quiero acordarme. Cierta vez dijo en radio Panamericana que cuando es necesario desviar la atención de la opinión pública, el Gobierno lanza por delante una “pelota de trapo”. Y la oposición, presurosa, corre tras ella. Eso ha ocurrido muchas veces. Y también ahora, como se verá, fue utilizado con éxito ese recurso distractivo.
Con una gestión apenas iniciada, ¿por qué quieren que el electorado apoye por anticipado la intención de permanecer más tiempo del que prescribe la Constitución? Las respuestas son vagas, incoherentes y absurdas. Entre otras causas aparentes se suele mencionar la adicción al poder o el miedo a enfrentarse en el llano con la justicia (cuando exista), por una abultada agenda de responsabilidades.
Pero la amenaza real es el despilfarro millonario del Fondo Indígena. El “caiga quien caiga” es sólo un decir que va de cierto nivel para abajo. Los principales responsables, los que con su firma viabilizaron la comisión del delito, gozan de impunidad sospechosa. Se ha intentado dar por “caso cerrado”, pero la revelación de la podredumbre no cesa. Las voces acusatorias salen ahora desde la cárcel con datos, fechas y nombres. “¿Por qué sólo nosotros?”
Es cierto que en arca abierta hasta el santo peca, como dice el refrán; pero algunos dirigentes originarios sospechan que la “derecha” incrustada en las filas masistas urdió la trampa para que los indígenas no vuelvan nunca más al Palacio. Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que dicho Fondo empezó a funcionar en la gestión de Morales, y con un reglamento modificado como para facilitar la corrupción. No podrán minimizarla, como han pretendido. Es un dogal insoslayable.
La “pelota de trapo” entra en escena. El referendo no tiene justificativo; pero moviliza a todo el mundo. Corre dinero a raudales en propaganda. Los canales y las radios no hablan de otra cosa; la guerra mediática es parte esencial de la campaña. Todo el aparato burocrático está en la calle, gabinete ministerial y todo. El sindicato legislativo, ni que se diga. Con denodado esfuerzo nuestros vecinos aminoran los efectos de El Niño, y nosotros ejercitamos el rencor político para las urnas cada año. Parece que el fragor proselitista ha llevado a trasmano el escándalo de la corrupción. Eso quería el gobierno.
En esa actitud hay un solapado desprecio por el soberano. Creen que es su feudo electoral y pueden disponer de él cuando quieran y para lo que quieran. Aunque está claro que no se trata de elegir candidatos ni de ensalzar la figura de nadie; y tampoco tiene sentido la disyuntiva entre el Sí y el No, porque hace juego a la astucia oficialista. Sin embargo, la farsa sigue. Hay que rechazar esa manipulación y exigir respeto a los ciudadanos. El No debe significar un voto de indignación y repudio a los que quieren utilizarlos de tontos útiles.