Paredes de vidrio

RESOLANA 17/02/2016
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Con certeza el presidente Evo Morales no es el primero y probablemente no será el último de los mandatarios de Estado sometidos a la lupa de la opinión pública. Por distintas razones, aunque siempre en relación con relaciones sentimentales o sexuales, se han visto en situación similar personajes tan disímiles entre sí como Bill Clinton en Estados Unidos, con el caso Lewinsky; Silvio Berlusconi en Italia por el caso Ruby; Fernando Lugo en Paraguay, obligado a reconocer hijos de al menos dos madres y enfrentando otras demandas similares; Alejandro Toledo, en Perú, también para reconocer una hija fuera de matrimonio; François Hollande, en Francia, por una doble relación y, mucho antes que él, otro François (Mitterrand) también presidente de Francia, por razón parecida… y el propio presidente Morales, a quien presiones parlamentarias y feministas obligaron a reconocer a su primogénita.

Esos y otros hechos parecidos han llenado espacios de diarios y programas de radio y televisión, y charlas de pasillos, cafés y hogares. Seguramente hay un buen componente de curiosidad y de morbo por conocer los entretelones de esas historias de la vida cotidiana, alimentados muchas veces por los mismos personajes que manejan arbitrariamente las fronteras entre sus vidas públicas y privadas.

Pero no son fronteras móviles, aunque a veces puedan parecer difusas. El hecho concreto, el que constituye la piedra de toque es que no se trata de personas corrientes y ordinarias. Son jefes de Estado. Los pueblos a los que dicen representar votaron por ellos. Y al entregarles su voto, les dieron su confianza y, en cierto modo, hicieron con ellos un pacto. Yo voto por ti, te entrego parte de mi poder como ciudadano/soberano y tú me garantizas los derechos con los que la Constitución y las leyes me amparan.

¿Dice en alguna parte que ellos no pueden tener relaciones sexuales extramatrimoniales, o que no se pueden enamorar de otras personas… o boleros semejantes? No, pero se tipifican como delitos el tráfico de influencias, el favoritismo que daña las arcas del Estado y las mentiras y componendas haciendo uso y abuso de su investidura.

De las relaciones del poder (desde, sobre, con y entre) se ha ocupado la sociología en general, desde la perspectiva de análisis de las relaciones de las instituciones y el ejercicio de poder. También lo hacen las propuestas feministas, habiendo demostrado que lo privado puede ser tan político como lo público. Pero, es el sentido común donde más se echa leña al fuego, sencillamente porque es la gente quien puede sentirse defraudada y menospreciada en su inteligencia cuando quienes gobiernan tienen un discurso determinado (en el caso de Bolivia, por ejemplo, defensa de las identidades y los valores morales de los pueblos indígenas a quienes el Presidente dice representar y defender) y, al mismo tiempo, una práctica tan contraria.

Las nociones de privacidad han ido cambiando con el tiempo. Las cortes de la edad media ejercían todas sus funciones naturales delante de sus cortesanos. Para ellos no había acto privado de ningún tipo. En comunidades campesinas o indígenas y en hogares de barrios periféricos, por pobreza, costumbres o necesidad las familias extendidas comparten una sola habitación donde la privacidad puede resultar una palabra estratosférica.

Lo que no cambia o no debería cambiar es la responsabilidad de las autoridades frente a sus mandantes. Por eso se les exige transparencia y honestidad. Por eso viven en cuartos con paredes de vidrio. Si no lo entienden, que vuelvan al anonimato de la gente común.

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