Confirmados como están hasta ahora los resultados arrojados por las urnas el pasado domingo, que dan el triunfo a quienes se opusieron a la reforma del Artículo 168 de la Constitución Política del Estado, lo que corresponde ahora es iniciar la elaboración de un nuevo capítulo en la historia contemporánea de nuestro país, el que se proyecta hacia un punto tan preciso como el 22 de enero de 2020.
Cualquiera que sea el resultado, esperamos que quede atrás –ojalá definitivamente– la posibilidad de que el futuro económico, político y social de nuestro país quede sujeto a las cualidades o defectos de uno o dos personajes y no dependa, como debe ser, de la solidez de las instituciones, de la voluntad, posibilidades y limitaciones de toda la sociedad.
A partir de ese hecho, el nuevo escenario político que ha comenzado a configurarse y a proyectarse hacia los próximos años plantea un desafío para todos.
Para el Movimiento al Socialismo, por razones obvias, ese reto consiste en reforzar sus procedimientos orgánicos para llenar el vacío que dentro de cuatro años o más tarde, dependiendo de los resultados, dejará el repliegue obligatorio de su líder principal. Y eso, si bien puede ocasionar algunas dificultades inmediatas, es lo mejor que le puede pasar a una organización cuyo horizonte ya no se cuenta –ni se debe contar– en términos de un calendario electoral sino en los de la dimensión histórica.
Es también grande el desafío que espera a quienes desde las diferentes vertientes de la oposición aspiran a conquistar un lugar protagónico en el futuro político de nuestro país. Después de más de diez años de continuos fracasos y extravíos, los resultados del pasado domingo pueden ser interpretados como un elocuente mensaje a todos los ex candidatos que nunca llegaron a erigirse en líderes. Las exitosas campañas de rechazo a la reforma constitucional han demostrado que la ciudadanía puede prescindir de personajes que sobrevaloran su propia importancia y que lo que necesita, como en las filas oficialistas, es abrir el cauce para el surgimiento y desarrollo de nuevos y diversos liderazgos.
Entre –y por encima– de las dos corrientes que se aglutinaron alrededor de las dos posibilidades entre las que había que elegir, están las principales instituciones del Estado boliviano y entre ellas, ocupando un lugar destacado por el contexto electoral en el que se inaugura la nueva coyuntura, el Órgano Electoral Plurinacional. Atendiendo el muy elocuente mensaje dado por la ciudadanía a través de las urnas, tendrán que consolidar su independencia y cerrar definitivamente cualquier posibilidad de subordinarse a los designios del gobierno de turno –sea cual fuere– y, mucho menos, de organizaciones políticas o individuos que pretendan arrogarse un papel por encima de la legalidad institucional.
Felizmente, a la luz de los resultados del referéndum y confiando en un Tribunal Supremo Electoral sobre el cual están los ojos del país, hay abundantes razones para ver con optimismo el futuro, pues nada impide que continuemos avanzando y consolidando un sistema democrático que, a pesar de sus imperfecciones, ha demostrado una vez más que es el mejor de los posibles.
A la luz de los resultados del referéndum, hay abundantes razones para ver con optimismo el futuro. Se ha confirmado, a pesar de sus imperfecciones, la solidez de nuestra democracia