No cabe duda que América está fundada sobre el encuentro de varios “mundos” que significó el sometimiento, la esclavización y el genocidio de pueblos diversos. En ese sentido, duro es admitir que, como formaciones sociales, al ser hijos no del amor o del deseo, sino del abuso y la violación, arrastramos un pasado que, como recuerda Gonzalo Vásquez, duele en cada herida.
Tal vez por ello, es que la cuestión del “origen” sea tema recurrente en la búsqueda de la comprensión de quiénes somos y hacia dónde vamos como sociedades, sin que mermen los Trump criollos que añoran el “apartheid” racista del pasado o, al otro lado el espectro, los que se amparan en esencialismos étnicos.
Sin embargo, un descubrimiento científico ha revolucionado el conocimiento y, particularmente, el conocimiento de nuestra especie que en sus bases tendió a estar sesgado por convenientes prototipos etnocéntricos y antropocéntricos. Se trata del genoma humano que confirmó que, no interesando los colores de la piel, rasgos físicos, origen étnico, nacionalidades e incluso las especificidades culturales, todos los seres humanos somos el mismo bicho.
Por tanto, señora engreída por su “blanca” tez y rasgos “caucásicos”, sepa que usted y la dama de piel canela a la que le paga un sueldo miserable para que limpie su casa, son el mismo bicho. Niños malcriados de “exclusivos” colegios particulares, anotíciense que ustedes y el chico al que humillan porque tiene una madre de pollera, son el mismo bicho. Jóvenes que se pavonean en caros boliches o clubes con “derecho de admisión” o “membresía”, asuman que ustedes y los borrachitos asiduos a chicherías de balde de chicha a 10 Bs., son el mismo bicho. Señor orgulloso de su apellido “rimbombante”, desayúnese la certeza de que no importando de si usted apellidara Mamani, Quispe, Murumumu, Socotroco o Palotes, usted lleva la sangre roja de cualquier otro vertebrado. Señores segregacionistas, nazis y fascistas de todos los tiempos, ustedes y aquellos infortunados que esclavizaron, colgaron, flagelaron y/o martirizaron, son el mismo bicho. Señor Donald Trump, vaya sabiendo que usted con su cara de bulldog albino, su peluquín y su única neurona, y yo, latinoamericana de facciones árabes (aunque, tratándose de usted, cómo cuesta admitirlo), somos el mismo bicho.
Igualmente, señores/as autoridades y funcionarios “indígenas” que malversaron millones de Bs. del Fondioc, ustedes y los “culitos blancos” implicados en el escándalo de los “bancovínculos”, en el caso del avión Beechcraft o en el sobreprecio de vacunas de la década de los 90, son el mismo bicho. La sombra de Huanchaca, de los “narcovínculos”, de la estafa Focssap y el tufillo viciado de los 33 camiones o del engaño a familias campesinas por un puñado de ajo, involucran al mismo bicho. El presidente “indígena”, el ex gobernante de acento “gringo” y el ex dictador elegido que representan, en el fondo y en lo tangible, praxis similares en su extractivismo irresponsable o en la gestión pública deficiente y demagógica, son el mismo bicho.
Por último, mil disculpas a los que se sintieron ofendidos por el epíteto de “bicho”. No obstante, dado que somos el mismo bicho y escueta parte de apenas un microscópico punto de luz en un universo de grandeza infinita, sugiero que con la humildad que esa realidad ineludible conlleva, nos dejemos seducir por la enriquecedora curiosidad infantil y nos entreguemos al placer de observar a las laboriosas hormigas en sus faenas cotidianas. ¿Es posible distinguir a una hormiga de otra?