El papa Francisco en México y los indígenas (I)

BARLAMENTOS 26/02/2016
PUBLICITE AQUÍ

El papa Francisco en México lamentó “como de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad”, considerando “inferiores sus valores, su cultura y sus tradiciones”. ¿Es cierto eso en la Bolivia del “proceso de cambio”? Tratar de indígenas, campesinos, indios u originarios en el país patalea en lagunas de fuentes serias, además de sesgos del tema abordado por politiqueros. En el régimen de Evo Morales se repite eso de que medias verdades son también medias mentiras. Poco se sabe de antropología social, que mal pueden enseñar los nutridos en Marx y Lenin. Tal se desprende del mapa etnográfico de la patria, que más se asemeja a un caso de viruela étnica.

La distribución geográfica en el territorio nacional es engañosa, porque da una ilusión de igualdad inexistente entre las etnias. Inclusive la categoría “quechuaymara” es falaz, porque oculta que pese a su menor número la etnia aymara es la “primus inter pares” –primera entre iguales– en el ejercicio del poder en Bolivia. Subyacen la hegemonía centralista de la sede de gobierno y la cercanía a la parte más rica del Lago Titicaca, que con la mitosis urbana que dio origen a la ciudad de El Alto apuntan a que La Paz es cautiva de los aymara, como en 1781.

Una veraz división étnica de Bolivia debería tratar la interculturalidad, cuya variable independiente es el grado de aculturación, un proceso dinámico que censos decenales deberían evidenciar. ¿Es justo poner en una misma bolsa a famélicos migrantes del altiplano en Cochabamba y a comerciantes aymara ricos de fastuosa vestimenta en Santa Cruz, que festejan sus fiestas con bandas de cien músicos traídos de Oruro? ¿Qué tal catalogar a quechuas del norte paceño con vallunos cochabambinos por el simple hecho de hablar el runa simi? Los cambas ‘cuchuquis’ que tienen dientes ‘chíos’ y toman agua de ‘curichi’, serían “chanés” por usar palabras de tal origen según Hernando Sanabria Fernández.

Todo ello yace detrás del absurdo del “proceso de cambio” que embutió como oficiales las lenguas de 36 ‘nacionalidades’ en la Constitución de La Calancha, también embutida en un cuartel orureño. Más importante aún, ¿será verdad en Bolivia que Evo Morales es uno de esos que según el papa Francisco “han sido mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado” para despojar a los indígenas “de sus tierras” o realizar “acciones que las contaminaban”? Baste citar el infame “Polígono Siete” en el Territorio Indígena y Parque Nacional ‘Isiboro-Sécure’ (Tipnis), o contrastar medidas originales del Gobierno que se llenaba la boca con la Pachamama, y sus últimas medidas que han borrado con el codo capitalista lo que se escribió con la mano socialista.

El estudio “Latinoamérica indígena en el siglo XXI” del Banco Mundial (BM) coincide en que “los pueblos indígenas lograron avances sociales significativos, redujeron sus niveles de pobreza en diversos países y mejoraron su acceso de servicios básicos durante la bonanza de la primera década del siglo, pero no se beneficiaron en la misma medida que el resto de los latinoamericanos”. ¿Será cierto eso para todos los indígenas de las 36 nacionalidades nuestras?

Aunque los territorios de origen han sido puntos de referencia de continuidad histórica, identidad y autodeterminación de los indígenas, un 49 por ciento vive en zonas urbanas. El mapa étnico es falaz, y el porcentaje de indígenas “urbanos” es mayor en Bolivia. Ambos desconocen que la desigualdad persiste en la ciudad, papita pa’ el loro de fraudes electorales politiqueros.

En lugar del blablá de simbolismos falaces y de malgastos ridículos, los poderosos harían bien en reducir esos índices.

Compartir:
Más artículos del autor


Lo más leido

1
2
3
4
5
1
2
3
4
5
Suplementos


    ECOS


    Péndulo Político


    Mi Doctor