Desde hace muchos años se conocen las virtudes de trabajar en equipo tanto en las organizaciones públicas como privadas, pero con los avances en las tecnologías de la información, el perseguir objetivos y realizar tareas de manera colectiva se han vuelto imprescindibles en cualquier gestión administrativa. Muchos consideran que Jesús y sus 12 apóstoles fueron uno de los primeros equipos. Según The Economist –citando un estudio de la consultora Deloitte, titulado Global Human Capital Trends–, más de la mitad de las compañías investigadas trabajan o están preparando sus organizaciones para trabajar en equipo. La referida encuesta se aplicó a 7.000 ejecutivos en 130 países.
En este contexto, no es extraño que uno de los cursos más requeridos y apreciados en las escuelas de negocios del mundo sean aquellos que ayudan a construir equipos. La Business School de la Universidad Católica Boliviana (Escuela de la Producción y la Competitividad-ePC) no es la excepción. Mucha gente tuerce la nariz frente a este tipo de habilidades, en especial los economistas, que las consideran un conocimiento menor.
En inglés se las denomina soft skills. Por supuesto no estoy de acuerdo con este prejuicio. Creo que la inteligencia colectiva, el arte de alcanzar resultados en conjunto, es una convergencia virtuosa de la inteligencia emocional y diversa, mejor si es contrapuesta. Stephen Covey sostenía que “la fuerza reside en las diferencias, no en las similitudes”. Existen millares de ejemplos en el avance de la ciencia, la medicina, la gerencia y muchas otras áreas del desarrollo humano que han sido sólo posibles gracias al trabajo en equipo.
El trabajar en equipo es una habilidad compleja que se puede aprender, existen muchas escuelas académicas que se pueden seguir, pero todas ellas coinciden que el trabajo en equipo es sinergia, vocablo que en griego significa cooperación, es decir acción de dos o más causas que generan un efecto superior al que se conseguiría con la suma de los efectos individuales.
En general se enseña las destrezas de trabajo en equipo en la práctica, es un conocimiento que se lo asimila de manera vivencial. Los deportes colectivos son fuentes inagotables de ejemplos y técnicas. Uno de los más desafiantes es el alpinismo, en la Escuela de Negocios de Harvard desarrollaron un simulador para escalar el Everest. Aquí en Bolivia podríamos hacerlo mucho mejor subiendo montañas reales. Este es un desafío para que entrenadores de team bulding y alpinistas desarrollen programas conjuntos. Michael Jordan, el genio basquetbolista, afirmaba que “el talento gana partidos, pero el trabajo en equipo y la inteligencia ganan campeonatos”.
Entre tanto, los equipos de alto rendimiento no hacen magia ni son el remedio para todos los males organizacionales. Éstos muchas veces pueden ser ineficientes y degenerar en el pensamiento grupal (groupthinking), un fenómeno social muy estudiado, que lleva a un grupo de personas a buscar, sobre todo, la armonía o conformidad, lo que puede producir resultados irracionales o poco creativos. Estos equipos intentan minimizar el conflicto y buscan tan solo decisiones de consenso penalizando la visión crítica y aislándose de influencias externas. Piense en los grupos del poder actual en el Gobierno o en alguna entidad privada y verá como es diseminado el groupthink, hasta hablan y se visten igual.
¿Cuántos miembros debe tener un equipo eficiente? Esta sencilla pregunta es muy difícil de responder, pero alguien decía que si el equipo necesita pedir dos pizzas, el tamaño del equipo se puede considerar grande.
Los equipos bien conformados trabajan mejor si tienen una cultura común y ciertamente están influenciados por el tipo de liderazgo. Un líder coercitivo o centralizador difícilmente forma buenos equipos. Líderes participativos o visionarios tienen mejores chances (Daniel Coleman). Estos últimos tienden a rodearse de gente con talento que los desafía, los primeros buscan seguidores, llunkus en el lenguaje popular. En modelos caudillistas y donde no hay pares sino vasallos es muy difícil trabajar en equipo, el síndrome del rey chiquito es muy común en nuestra cultura política y organizacional.
Las virtudes del trabajo en equipo también pueden tener una aproximación macrosocial. El conocimiento colectivo es una de las capacidades más interesantes del desarrollo económico. Comunidades y países que han aprendido a hacer cosas cada vez más sofisticadas de manera conjunta generan más riqueza. El saber colectivo es el resultado de la convergencia de miles de equipos eficientes. Piense en la complejidad del trabajo en equipo y en la acumulación de conocimiento colectivo que se requiere para hacer un avión o extraer minerales.
Las ventajas del trabajo en equipo se aplican tanto a las organizaciones en funcionamiento como en el mundo del emprendimiento. Es un mito anglosajón la idea del emprendedor solitario, que desde un garaje cambia el mundo. En realidad muchas de las grandes transformaciones a nivel de los negocios son resultado de equipos emprendedores y redes de innovación donde inclusive el Estado juega un papel central en la creación del ecosistema y el apoyo financiero.
Para finalizar, aprovecho este razonamiento para pasar un comercial, el 19 de abril la Cepal está auspiciando un websminar con Marianna Mazzucato de la Universidad de Sussex, donde hablará, justamente, sobre el Estado emprendedor. Este evento será transmitido en la ePC de la UCB a horas 10:00 AM en el aula 4. También lo puede ver desde su computador si tienen una buena conexión de internet en el sitio de la Cepal. El título de esta columna se atribuye a un proverbio africano.