¿Charcas, núcleo de cohesión?

15/05/2016
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Desde un punto de vista histórico, La Plata, Charcas, Chuquisaca y Sucre no sólo debería ser la capital de Bolivia, sino una capital continental. La Real Audiencia de Charcas, que se creó por Real Cédula de 18 de septiembre de 1559, extendió su jurisdicción a Argentina, Paraguay, Uruguay, parte de Chile y Perú hasta Cusco. Carlos V solicitó al Sumo Pontífice Julio III, la creación del Obispado de Charcas que fue aprobado por Bula de 27 de junio de 1552; a este Obispado y posterior Arzobispado perteneció Argentina. Finalmente, en esta ciudad, se firmó el acta de independencia de Bolivia en la Asamblea Constituyente del 6 de agosto de 1825, y por Decreto Ley del 11 de agosto de 1825, la nueva República determinó llamarse “Bolívar” y su capital “Sucre”.

Hay un providencial paralelismo en los destinos de Bolivia y su capital. Esta ciudad, a semejanza del país, en 1898 no sólo perdió su rol de cabeza política y de equilibrio, sino que generó como consecuencia, complejas asimetrías que se reflejan hasta hoy; además de pérdidas de extensas zonas de su territorio. La provincia petrolera Azero, creada por Ley de 1840, fue cuarteada y borrada del mapa, dejando como residuos las provincias Hernando Siles y Luis Calvo. En la actualidad esas ricas zonas se encuentran parcialmente bajo jurisdicción de los departamentos de Santa Cruz y Tarija sin título formal alguno; y con el Paraguay, la región del Chaco fue perdida en guerra. El Mutún, parte de Valle Grande, Abapó-Izozog, gran parte de la provincia Cordillera, Villa Montes y las riberas del río Pilcomayo son originalmente de la Intendencia de La Plata, y por intereses y componendas políticas, actualmente constituyen zonas cautivas.

La nueva Constitución Política del Estado Plurinacional, en su Título I “Bases Fundamentales del Estado” artículo 6º Inc. I., reconoce que “Sucre es la capital de Bolivia”, de donde resulta que “La Calancha”, esos sucesos, los actores, sacrificios y sangre vertida no fueron inútiles, están plasmados en la Carta Magna, y somos los chuquisaqueños los incapaces de instrumentar esa sentencia constitucional que crea una singular oportunidad.

Esa oportunidad que tiene Sucre, de recuperar su importancia y valor, es a través de la Ley de la Capital del Estado –al igual que otras capitales del mundo– que siente las bases fundamentales, rol y funciones que debe cumplir la capital en el mediano y largo plazo; ese objetivo no se logra, pese a su valor estratégico, por la incapacidad de sus autoridades locales, representantes nacionales y cívicos… Una ciudad con territorio y jurisdicción exclusivamente urbana y zonas de equipamiento y expansión metropolitana. Un marco político-institucional especial, que establezca su estructura de gobierno, autoridades, forma de elección o designación y mecanismos de planificación de largo plazo. Finalmente, los aspectos económico-financieros, definiendo sus fuentes de recursos nacionales, departamentales y municipales, sin limitar sus posibilidades de financiamiento externo.

En el ámbito internacional, el sur boliviano es ignorado por el centralismo, pero no sus recursos naturales y potenciales productivos: hidrocarburos, hierro, litio y otros, cuyos beneficiarios están en el norte; ellos toman las decisiones, disponen de los recursos y de las políticas nacionales. La miopía de la política exterior sigue con su fallida búsqueda de un corredor por el norte (Perú) mientras los puertos bolivianos cautivos están en el sur. Chile desarrolla una política de primer mundo con miras a su inserción en los mercados mundiales, abriendo ventanas de oportunidad con el Asia-Pacífico, con un moderno megapuerto en Mejillones, por donde además ya sale la mayor parte de la exportación de minerales bolivianos y a futuro, la gigante carga de Brasil. Está claro que una negociación trilateral de intereses bolivianos, brasileños y chilenos, en una visión nacional no centralista, puede facilitar una solución marítima constructiva en el Pacífico, pero actualmente pueden más la demagogia y los intereses coyunturales.

Bolivia no puede perder de vista que Sucre es, históricamente, el centro capaz de aglutinar al sur del continente, por sus profundos lazos que el regionalismo interno ha mellado; pero para lograrlo es necesario cambiar nuestra visión de país verdaderamente integrador de buena fe, es tiempo de restablecer el rol geopolítico de Charcas como núcleo de cohesión y centro de equilibrio nacional y subcontinental.

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