El acuerdo Sykes-Picot (16 de mayo 1916) marcó hasta hoy las conflictivas fronteras del Medio Oriente. También llamado “Acuerdo de Asia Menor”, el arreglo tomó su nombre por los apellidos de sus negociadores: el británico Sir Mark Sykes y el francés François Georges-Picot. El entendimiento contó con el asentimiento del Zar de Rusia y fue elaborado sobre la base de la inminente derrota del imperio otomano, aliado de Alemania y Austria durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918). No era la primera vez que dos potencias europeas trazaban líneas sobre un mapa, sin percatarse de quiénes vivían allí ni de las consecuencias de sus artificios. África ya la habían dividido antes sin fijarse en nada que no sean sus propios intereses. El Tratado de Tordesillas entre España y Portugal (1494) para dividirse América fue tal vez el pionero de estas componendas geográficas...
A principios del Siglo XX el colonialismo aún estaba en auge. Nada importaba en esos dominios al margen de las necesidades imperiales de turno y los habitantes nativos no tenían voz ni voto. Fue así como Francia y Gran Bretaña dividieron en 1916 territorios árabes –entonces bajo dominio turco– y definieron sus propias áreas de influencia. Siria y gran parte del actual Líbano fue a Francia; Gran Bretaña tomó el control directo sobre el centro y el sur de Mesopotamia, alrededor de las provincias de Bagdad y Basora (Irak). Palestina tendría una administración internacional. El resto del territorio sería gobernado por jefes árabes locales bajo supervisión francesa en el norte y británica en el sur. Además, Gran Bretaña y Francia conservarían el paso libre y el comercio en la zona de influencia del otro. Lo que entonces pareció ser una división inteligente de territorio entre dos aliados con los años generó desconfianza, extremismo, violencia e inestabilidad. Por causa de su arbitrariedad, el acuerdo Sykes-Picot creó las bases futuras de una geopolítica perversa en la región. Es más, muchos expertos consideran que su postrer legado nefasto ha sido el nacimiento del ISIS (Estado Islámico de Irak y Siria). Ese grupo terrorista prometió eliminar todos los vestigios de la repartija que acaba de cumplir un siglo de existencia.
El acuerdo Sykes-Picot brinda una lección importante para nuestro tiempo: poderes extranjeros nunca deben intentar unilateralmente decidir el destino de regiones distantes y menos aún hacerlo de manera secreta. Siempre existirá la tentación de ser alfarero de naciones, pero debe tomarse en cuenta que la mayoría de los experimentos resultan fallidos o empeoran las cosas en lugar de mejorarlas. Ejemplos como Somalia, Libia, Congo, Siria, Yemen e Irak eximen de mayores comentarios. En regiones conflictivas las grandes potencias deben intervenir para ayudarlas a encontrar su destino por sí mismas, no para moldear su carácter.
Pasados 100 años del histórico acuerdo la geografía ha mostrado una vez más su fuerza imperativa. El arreglo se mantuvo en el medio de tensiones que ahora eclosionan con resultados aún inciertos. El cuadro geopolítico del área objeto del pacto franco-británico nos muestra hoy una zona explosiva y anárquica, donde sólo hay una democracia en pie que es el Estado de Israel. Los mapas podrán ser rediseñados por los diplomáticos sobre el papel, pero es un hecho que el espacio geográfico seguirá siendo el factor que silenciosamente impulsa el comportamiento de los pueblos.