Sucre y sus “matrimonios”

29/05/2016
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Explicar lo que le pasa a Sucre a un año de asumir nuestras autoridades, Alcalde y Gobernador, sus puestos de trabajo, bien podría ser más fácil en formato de telenovela, como las que tan de moda están en nuestro país.

Hace un año nuestra ciudad, eligiendo a Iván Arciénega como Alcalde, se casó con el hijo del papá rico, prometiéndonos que este matrimonio nos iba a sacar de la pobreza. Lo recordamos bien, es muy fresco todavía, nos prometieron la fortuna, el desarrollo, la ciudad cultural, la ciudad turística, la ciudad con inversión, nos dijeron que el papá Estado (si hasta hubo alguien que ahora ocupa un cómodo puesto en el municipio que salió en las redes sociales para convencer de ello) nos iba a arreglar la situación, una situación de al menos una década de postergación injusta.

Es más, en su momento consideramos que un cambio de la vieja y perniciosa dinámica con que se venía administrando el Municipio en los últimos veinte años podía resultar saludable. Las expectativas de la gente eran sobradamente justificadas.

A nuestro Gobernador ya lo conocíamos. Quizás por eso una gran parte de la población, durante las elecciones subnacionales, planteó con su voto una separación, pero alguien nos dijo que no fue suficiente y de eso quedaron dudas y un matrimonio por demás forzado. A él le queda la marca del pecado original, la de aquella amañada interpretación matemática que los vocales electorales de turno hicieron para evitar la segunda vuelta electoral, indiscutible en ese momento, y convertir su victoria parcial en una inexistente mayoría absoluta de votos a su favor. Fue, en resumen, una violación, admitida por el mismísimo Tribunal Supremo Electoral, de las normas electorales y democráticas, una afrenta a la voluntad soberana del voto.

De cualquier manera, el partido gobernante se hizo del control de la Alcaldía de la Capital y la Gobernación del Departamento. Y ahora, un año después, valdría la pena formularnos algunas preguntas a modo de una necesaria evaluación. Preguntas que cada lector, en su fuero más íntimo, podrá responder para su propia valoración.

¿Cumplieron ambas autoridades sus ofertas electorales? ¿Se materializó el compromiso gubernamental de canalizar proyectos y recursos negados a Sucre porque llevaba, desde la Asamblea Constituyente, el sello de ciudad opositora?

¿Honró el Gobernador su palabra de rodearse de un nuevo entorno de colaboradores más profesional y menos político; o de convocar a todos los actores regionales para planificar y definir futuras estrategias y políticas departamentales de desarrollo? ¿Y el Alcalde de Sucre cambió –o, al menos, intentó cambiar– el rumbo errático, el crecimiento desordenado de la ciudad, el desgobierno urbano, la ausencia institucional y el manejo ineficiente del Gobierno Municipal?

¿Tienen la ciudad de Sucre o el departamento de Chuquisaca unas autoridades que alcen la voz por sus legítimas aspiraciones o, más al contrario, unas autoridades capaces de abandonar los intereses de su propio pueblo, e inclusive de conspirar contra ellos, por un simple afán de sumisión y obediencia servil a circunstanciales jefes políticos?

¿Tenemos, aquí, algún liderazgo con la capacidad de vislumbrar y promover políticas de desarrollo para las próximas décadas y no únicamente tácticas propagandísticas para la siguiente elección?

La gente está llamada a ejercer un celoso escrutinio de sus principales instituciones y autoridades. Los engaños, en cualquier matrimonio, conducen irremediablemente al desastre. Ejemplos sobran y bastan.

¿Tenemos, aquí, algún liderazgo con la capacidad de vislumbrar y promover políticas de desarrollo para las próximas décadas y no únicamente tácticas propagandísticas para la siguiente elección?

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