Así me sindiquen de mellar la imagen del Presidente, jugueteé con lo que pasaría si el Gobierno tuviese que encarar una obra gigantesca como la ampliación del Canal de Panamá, labor que tomó casi siete años, y costará más de cinco mil millones de dólares. En Bolivia costaría mucho más porque la encargarían a dedo a China.
Me pregunto si este Gobierno podría encarar escollos de sismicidad y fallas activas como los del Canal de Panamá. Le echarían la culpa a nueve meses de lluvia. Difícil sería coordinar 10.000 empleados de 40 nacionalidades, si antes tendrían que dominar un idioma autóctono. Afectarían el tráfico existente, si en el país cuatro gatos bloquean carreteras y calles con cualquier motivo. ¿Trasladarían compuertas de 50.000 toneladas insistiendo que las carguen navíos de la Armada al puerto boliviano de Ilo? Sería enredado en el país lo técnico, logístico y administrativo de ampliar el Canal de Panamá, tal vez porque dirigiría el plan un experto del proyecto Misicuni; si su represa se fisura por mezcla pobre y hormigón enclenque podría inundar el valle: ¿no querían agua?
Preferimos a los chinos. Sí, ésos que vendieron el satélite Tupac Katari por millonadas más que otro similar en Nicaragua (también país socialista del siglo 21). Ésos que levantarían un dedo y entregarían las barcazas, cosa que harán ahora que les concedieron el hierro del Mutún, que para transportarlo a China requiere de la Hidrovía Paraguay-Paraná. Sí, los que suplen a la Fuerza Aérea Boliviana de helicópteros y aviones que no funcionan y sin repuestos, mientras sus generales dan largas a que el Transporte Aéreo Militar (TAM) pague impuestos y deje de vivir de la manga. Ésos chinos que prestaron 7.000 millones de dólares a condición de que las compras sean de fabricación china, y hasta un neófito como yo sabe que ellos tienen tres calidades en su industria: adivinen cuál es la que llega a esa gran potencia que es Bolivia.
El mismo Gobierno se ha desdicho de supuestos logros. Trocar la dependencia de la embajada yanqui, por una en retirada de la Caracas de Chávez y Maduro y otra de la Brasilia de Lula; ya viene la de Beijing. Hoy están orquestando la re-re-re-elección de su Jefazo, modificando una Carta Magna que ellos mismos embutieron en recintos militares. La mentada Cumbre Judicial en ciernes, ¿no distrae con sindicar de retardación de justicia cuando la mora judicial quizá se debe a la costumbre de traer litigios a capitales departamentales? ¿El meollo de la crisis en la justicia boliviana no estará en el manoseo del Poder Judicial por el partido de gobierno para acosar opositores? Alardean de la libertad de expresión en Bolivia, cuando los medios de comunicación dependen de contratos de publicidad con los que se acoquina a la sumisión, y los periodistas andan amedrentados con telefonazos, amenazas y juicios si exponen la corrupción.
Migré a ser augur sin destripar un ave como pitonisa antigua. Ojalá cayera la venda de los ojos del pueblo boliviano, sobre la impostura de un gobierno alardoso de proceso de cambio. Ojalá fuera antes que se entraran soldados chilenos so pretexto de poner brete a cocaleros, con la aquiescencia de un Brasil afectado por la cocaína, un Estados Unidos presidido por un “alaraco” Trump, un Perú de presidenciables rencorosos con vecinos, una Argentina desnudando contrasentidos corruptos de ex mandatarios populistas, un Paraguay aún ambicioso de incorporar regiones guaraníes bolivianas y una Venezuela que ni papel higiénico podría mandarnos.
Mi esperanza, que yace en el fondo del barril de mis preocupaciones, es confiar en algo que decía Abraham Lincoln: “Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo; se puede engañar a algunos todo el tiempo; pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”.