De nodo integrador a Estado tapón

BARLAMENTOS 08/07/2016
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En esa hora temprana en que el cerebro está limpio de rutina que lo lleva a la estulticia, pensé en Bolivia como nodo integrador y Estado tapón. El primer concepto ocurrió en tiempos en que capitalizar (i.e., incentivar) provocó la inversión (i.e., lucrar) de transnacionales en Bolivia. Su tecnología encontró bolsones de gas natural con perforación profunda en áreas tradicionales apenas hurgadas. De repente, teníamos más de una docena de trillones de pies cúbicos de gas. El ducto Santa Cruz-São Paulo, el proyecto más grande que había visto el país, energizaría al sector industrial más grande de la región. Bolivia era la ahijada predilecta de Brasil, que además requería llegar a puertos del Pacífico y llegar a mercados asiáticos para su producción industrial y agropecuaria. Nuestro país alardeaba de su ubicación central que lo convertiría en nodo de integración de Sudamérica.

Entonces sobrevino la propensión boliviana a pegarse un tiro en el pie. Se exacerbó el jingoísmo boliviano y se eligió otro salvador de la patria. Volvimos a vivir de apariencias, impostores y falsedades. Una mal llamada “nacionalización” espantó a las inversiones y las transnacionales migraron al Perú: sus reservas probadas de gas aumentaron y no hicieron asquitos para construir un gasoducto y un puerto que convirtiese gas a líquido y lo exportase a donde sea. En Bolivia se optó por un estatismo trasnochado. Empresas sin estudios de factibilidad, fuentes de materia prima, con localización a dedo y mercados inciertos. Malgastaron los ingresos de años de vacas gordas del auge de precios de materias primas. Brasil optó por circunvenir al país (toca Bolpebra, punto tripartito), por el oeste y el noroeste brasileños hasta llegar al Perú y sus puertos. Adiós a la opción boliviana de corredores bioceánicos. Era el segundo rodeo; el primero fue bajar por el sur brasileño, al norte argentino y de ahí al megapuerto chileno de Mejillones.

¿Qué es un Estado tapón? En otros tiempos, uno que servía de colchón amortiguador de tensiones entre dos potencias rivales: Mongolia entre Rusia y China. En Sudamérica los ejemplos son Uruguay y Paraguay. El uno resultante de la rivalidad entre Argentina y Brasil en el albor de esas naciones; el otro, el saldo que quedó del territorio del Gran Paraguay después de la Guerra de la Triple Alianza que lo enfrentó a Brasil, Argentina y Uruguay.

Sin embargo, Estado tapón es un concepto de geopolítica que sigue vigente. Los tiempos son de integración comercial, viaria y energética, de una región tradicionalmente dependiente de EE.UU y de Europa. La potencia unipolar se distrajo en Iraq y Afganistán, despertando al radicalismo árabe aglutinado por una religión violenta. Brasil ocupó el vacío de hegemonía en América del Sur. De moda estaban los mecanismos de integración y fundaron el Mercosur con el avenimiento de Argentina y Brasil. Los países de la cuenca oceánica occidental, más México, se unían en el llamado Acuerdo del Pacífico. Bolivia pretendía ser un país bisagra con membrecía en los dos bloques.

Sin embargo, el Acuerdo de Chile, Perú, Colombia y México debe verse con ojos geopolíticos. Los dos primeros fueron los reales rivales de la Guerra del Pacífico; Colombia tiene acceso a 3 mares; México es la “otra” potencia latinoamericana. No hay relación con el Foro de São Paulo y el Alba.

Una Bolivia andino-centrista prefiere otear al Pacífico perdido en 1879, donde Chile puso candado y Perú guarda la llave. Salvo para adosarla a un “año andino-amazónico”, desdeñan el acceso al Amazonas y al Atlántico, a través de esclusas paralelas a hidroeléctricas que Brasil construyó en el río Madera, y por la Hidrovía Paraguay-Paraná.

Esa miopía y el desgobierno populista de Evo Morales llevarán al país a ser un Estado tapón entre Brasil y el Acuerdo del Pacífico.

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