Suena extraño analizar que aquel libertador por quien la ciudad lleva su nombre, al final de su paso por Bolivia, fue expulsado de nuestro país, y tuvo que salir de escapada por intereses mezquinos, que no supieron reconocer la labor bien realizada por parte de un extranjero. Parece contradictorio darnos cuenta que somos uno de los países con mayores reservas de gas y petróleo de la región, y paradójicamente, uno de los países más pobres. Fuimos el primer país en generar ideas de libertad en esta región, allá en mayo de 1809, y pese a aquello, uno de los últimos en conseguir nuestra independencia. Somos vistos, a la fecha, como uno de los países más corruptos de la región, y la lista puede continuar.
¿Cuál es la razón de tantas desventuras? Realmente pareciera que los dioses están locos al darnos varios beneficios pero muchos maleficios. Por qué Bolivia y por ende el boliviano, no ha tenido el mismo destino que países con menos recursos naturales, con menos territorio, etc. La respuesta pareciera estar frente a nuestros ojos: nuestros gobernantes no lo han hecho bien, se escuchan voces altisonantes de uno y otro bando, por un lado se habla de los 500 años de sometimiento, de la culpa de los imperialistas y capitalistas; por otro lado se habla de la culpa de los gobiernos populistas del pasado y los actuales, en su momento de los republicanos y de los oligarcas, sean los mineros de la plata o del estaño; en fin, los bolivianos usamos muchas adjetivaciones para defenestrar al poder público y a todo aquel que hace mal su labor, pero todo sigue igual. Los intereses particulares de grupo, la corrupción en todas las esferas y los malos gobiernos (con contadas excepciones) en estos casi 200 años desde la fundación, han dejado a Bolivia y sus habitantes hastiados de lo mismo.
Ahora bien, la pregunta es la misma de siempre: ¿qué nos queda por hacer? Algunos vieron al Gobierno actual como una solución, pero ya llevamos una década de casi lo mismo, sin grandes cambios y con una corrupción galopante; la clase media siempre ha sido la que paga la fiesta de la estructura estatal de turno, ya sea en un pasado, en la actualidad y seguro estoy, seguirá haciéndolo en un futuro si es que no ponemos un alto y cambiamos de actitud.
¿Cuántos de nosotros hemos protestado para la corrupción existente en el Gobierno, pero quién ha ingresado en esa arena para intentar siquiera un cambio?, ¿Quién no se ha quejado de haber tenido que pagar una coima, ya sea en instituciones policiales, judiciales y otras para poder conseguir que su trámite avance de la manera “correcta”?, ¿Cuántos de nosotros hemos sido víctimas de atracos e injusticias y hemos sentido la falta de apoyo del prójimo, pero al ser testigos de aquello, no hemos hecho nada para ayudar a la víctima en necesidad?
Alguien dijo alguna vez que cada país tiene los gobernantes que se merece, y lamentablemente parece que es una frase que se acomoda exactamente a nuestra realidad. Es cómodo protestar por todo cuanto ves conveniente, pero cuando cometes una infracción, tal vez eres el primero en ofrecer coima para eximirte de pagar multa; te hierve la sangre al oír de un accidente por la imprudencia del conductor, pero no dudas en pasarte la luz roja porque no viene otro auto por la calle y no piensas en los transeúntes; estás en contra del sistema impositivo actual, pero pides descuento en el producto al no exigir factura; protestas por la mala atención en las instituciones, pero haces fila frente al marcador, para poder salir puntual de tu trabajo, etc. Protestar por todo y nada y no proponer una solución. Algún presidente norteamericano dijo alguna vez: no te preguntes que puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por él.
Nótese que con esta breve reflexión no pretendo salvar el pellejo de ningún gobierno ni quitar responsabilidad a quien la tiene, pero creo que es deber de cada uno de nosotros, los bolivianos, modificar nuestros esquemas mentales y darnos cuenta que el cambio comienza en casa, que es imposible mejorar si sólo nos quejamos pero no hacemos nada, comencemos a actuar, comencemos a hacernos cargo de aquello que nos disgusta y con lo cual no estamos de acuerdo, dejemos de esperar que otro haga lo que posiblemente nosotros mismos podamos hacer.