Hoy, como parte de la celebración de su aniversario patrio, será posesionado el nuevo Presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski, quien se impuso, en una segunda vuelta electoral, a la candidata Keiko Fujimori que en la primera ronda ganó, pero no obtuvo la mayoría suficiente para acceder directamente al gobierno. Son las reglas de la democracia que, una vez más, se respetan en el país vecino desde la fuga del ex presidente Alberto Fujimori, pese a haberse impuesto en una tercera reelección continua.
Si bien las condiciones económicas y políticas de Perú son estables, el nuevo gobierno deberá enfrentar las consecuencias de la crisis económica internacional. Lo hará con la ventaja de que esa nación resolvió, desde los gobiernos de Fujimori, mantener en el campo de la economía políticas de Estado que, a lo largo de los años, han sido actualizadas en función de los desafíos circunstanciales, pero no modificadas. Probablemente el caso más notable es el del mandatario que hoy deja la presidencia, Ollanta Humala, quien pese a tener un discurso ideológicamente “nacionalista” y, en algunos puntos, muy cercano al denominado Socialismo del Siglo XXI, mantuvo y profundizó esa política económica que le ha permitido, además, ser parte importante de la Alianza del Pacífico y convertirse en uno de los países con mayor inversión externa de la región.
Pero, Perú también mantiene muchos de los serios problemas que aquejan a la mayoría de nuestras naciones: falta de equidad en la redistribución de la riqueza; excesivo centralismo que dificulta un desarrollo integral y solidario; corrupción en el aparato estatal; creciente deterioro del medio ambiente tanto por las actividades extractivas como el narcotráfico; inseguridad ciudadana, la supervivencia, pese a su fracaso, de algunos grupos políticos violentos, un aparato judicial crecientemente interpelado por la sociedad.
Sin embargo, un dato relevante es que Perú ha decidido enfrentar estos problemas en democracia, respetando principios básicos como la alternancia en el ejercicio del poder, la libertad irrestricta de expresión, la realización periódica de elecciones plurales y transparentes, a nivel nacional, regional y municipal.
Desde un enfoque boliviano, es posible sostener que las relaciones entre ambos países tienden a oscilar en forma permanente entre épocas de gran cercanía y otras de distanciamiento. Si bien tenemos muchos factores que nos unen, también hay los que nos separan, los cuales, empero, han sido gestionados con relativo éxito a lo largo de la historia.
Es de esperar que la nueva administración peruana, así como la nuestra, sepan dar prioridad a las políticas de acercamiento. Esto exige un esfuerzo renovado en ambas administraciones, pues en las actuales circunstancias hay particularmente dos factores que podrían obstaculizar la relación: el diferente signo ideológico de los gobernantes y que el nuevo gobierno peruano dé más prioridad a los aspectos competitivos que existen entre ambas naciones (como sucedió cuando el nuevo mandatario fungió como ministro responsable de hidrocarburos).
Obviamente, el desafío es subalternizar las visiones ideológicas a los intereses concretos de ambos pueblos y dar prioridad a la consecución en forma mancomunada de objetivos de mutuo interés. Nuestras necesidades y nuestras tradiciones así lo exigen.
El desafío es subalternizar las visiones ideológicas a los intereses de ambos pueblos y dar prioridad a la consecución en forma mancomunada de objetivos de mutuo interés. Nuestras necesidades y nuestras tradiciones así lo exigen