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Nos descubrió el secreto de la felicidad

07/08/2016
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En el libro de los Hechos de los Apóstoles encontramos esta afirmación de Pablo en el areópago de Atenas: “pues en Dios vivimos, nos movemos y existimos como dijeron algunos de los poetas suyos” (Hch 17 ,28). Pablo en el areópago hablaba a personas que daban culto a todos los dioses.

Pablo había leído al pasar por la ciudad esta leyenda: “al dios desconocido”. De ahí parte el apóstol, para anunciar a Jesucristo. Los cristianos sabemos que pertenecemos a Dios, sin embargo, no siempre sentimos su presencia. Necesitamos fe para sentir la presencia amorosa de Dios en cada uno.

La Palabra de Dios de este domingo, especialmente la parábola de los siervos del evangelio de Lucas, no se puede entender, si no desde la fe cristiana, que es condición de todos los que caminamos por este mundo. Todos somos peregrinos, caminamos hacia el paraíso. La carta a los hebreos nos presenta una lista de personas que nos han dado un ejemplo admirable de fe, y lo hace para animarlos en la perseverancia.

En estas fiestas patrias recordamos con fervor cívico a aquellos patriotas, todos católicos, que lucharon para conseguir denodadamente uno de los valores humanos y cristianos sumamente importantes: la libertad de Bolivia. Esto lo hicieron con la seguridad que la libertad nos proporciona la felicidad. La libertad humana como la libertad en Cristo son regalos de Dios que hay que cuidar para no perderlos.

Jesús ha venido al mundo para hacernos felices aquí y en el más allá. Como gran pedagogo nos enseña a través de varias comparaciones cómo debemos vivir nuestra fe para que lleguemos a la felicidad que deseamos. Para todos sigue siendo una tentación creer que vamos a conseguir la felicidad con el poder, el poseer y con el placer.

Jesús nos descubrió el secreto de la felicidad, al proclamar dichosos a los pobres de bienes y vacíos de sí mismos a los solidarios que saben compartir con los demás lo que tienen, a los que confían en el Padre de todos… porque así están disponibles para ser llenos de los dones de Dios y enriquecidos con los dones del reino de Dios. Pues la felicidad no consiste más que en nuestra plenitud como personas, como hijos de Dios y hermanos de los demás; por eso, alcanzar el pleno desarrollo humano, espiritual y material es la vocación integral de cada persona.

El seguimiento de Cristo es un proceso que abarca toda la existencia humana. Este itinerario exige vigilancia y desprendimiento y pobreza de espíritu. A todos nos viene muy bien la llamada a vivir en vigilancia. Jesús nos enseña con ejemplos como nuestra fe debe ser despierta y vigilante: a) El mejor banco para guardar nuestras posesiones es el cielo, “donde no pueden llegar los ladrones ni roe la polilla”, porque “donde está tu tesoro allí está tu corazón”. b) La actitud de los criados que aguardan la vuelta del amo, que se ha ido a una fiesta, puede volver bien entrada la noche o de madrugada; si les encuentra bien preparados, cosa inaudita;” los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo”. c) La del dueño de casa que no sabe cuándo van a venir los ladrones. d) La del administrador que debe estar preparado para cuando el dueño le pida cuentas en cualquier momento.

Sin duda alguna que necesitamos de los bienes para vivir, para ser felices, pero las riquezas no son la fuente de la felicidad, ni está en ellas la clave y el secreto para ser una persona completa. Sólo el que ama y vive en solidaridad dándose a Dios y al prójimo es realmente feliz, porque entiende la vida con verdadera sabiduría. El sinsentido hace su aparición cuando la persona se cierra a Dios y a los hermanos.

El secreto de la felicidad es el amor. No son tantas las cosas, lo que necesitamos son más bien motivaciones, razones para ser solidarios, compartiendo lo poco o mucho que tenemos. “El reino de los cielos está dentro de ustedes”, dijo Jesús. Por ello, la felicidad está dentro de nosotros, se fragua en el corazón. Hay gente feliz con pocas cosas, son los que han entendido las bienaventuranzas (cfr. MT. 5 ,1-12). Por eso, los santos y todo cristiano auténtico son felices y sienten a Dios, origen y fuente del amor y de la felicidad.

 

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