El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) ha publicado hace poco el informe titulado “Carbono Cero América Latina: Una vía para la descarbonización neta de la economía regional para mediados de este siglo”. Se trata de un estudio que analiza la ruta que debería seguir la región en cuatro sectores que representan 90% de las emisiones de gases de efecto invernadero: generación eléctrica, transporte, uso de la tierra e industria.
Al hacer un diagnóstico de la situación actual y del lugar que ocupa Latinoamérica en el contexto del cambio climático planetario, el informe destaca el hecho de que si bien la región aporta relativamente poco a las emisiones globales si se compara con otros continentes, es en cambio la más vulnerable. Así, por ejemplo, si se suman los daños económicos causados por diversos efectos del cambio climático, el cálculo supera los 100 mil millones de dólares sólo durante el año 2015.
El primer pilar del plan es la sustitución de las fuentes de energía fósil, como los hidrocarburos o el carbón, por las renovables. Un proceso que tiene como modelo a seguir a Costa Rica, el primer país en haber logrado proveerse exclusivamente de fuentes renovables para generar electricidad en el último año. En la misma dirección avanzan a muy buen ritmo Brasil, Uruguay y Nicaragua.
El caso más notable es el de Brasil porque el enorme volumen de su demanda energética le da un peso específico en el contexto regional capaz de marcar las principales tendencias durante los próximos años. Por eso, no puede pasar desapercibido el dato según el que las licitaciones públicas en materia de generación en los últimos dos años han sido obtenidas por plantas solares o eólicas.
Muy ligado a lo anterior está el segundo pilar de ese proceso que es la tendencia hacia la electrificación masiva de los medios de transporte terrestre, ferroviario y fluvial, lo se hace cada vez más factible por el desarrollo de tecnologías de almacenamiento, como las baterías de litio.
El tercer factor para la descarbonización de la región es la detención del ritmo al que se destruyen los bosques y la reforestación de 50 millones de hectáreas y la restauración de unas 200 millones de hectáreas de suelo degradado.
Bolivia es uno de los países que más directamente recibirá, para bien o para mal, las consecuencias de los tres factores indicados porque a medida que las energías renovables vayan ganando terreno el gas perderá sus actuales atractivos. Como contrapartida, mejoran las posibilidades para el desarrollo de fuentes de energía limpia y renovable. Y lo más importante, se amplía el horizonte para la explotación del litio.
En lo que a la preservación de los bosques se refiere, Bolivia es el país que más drásticas decisiones deberá tomar al respecto pues actualmente es el país que más hectárea por habitante está destruyendo.
Por todo lo anterior, bueno sería que estos temas se incorporen de manera inmediata a un lugar privilegiado en la agenda pública nacional y se lo haga con la objetividad que requieren las decisiones de largo aliento.
Bolivia es uno de los países que más directamente recibirá, para bien o para mal, las consecuencias del proceso de descarbonización de la economía latinoamericana. Urge pues, hacer frente al desafío