Toda persona busca en sus vacaciones aquello que no puede encontrar en su vida diaria. Así los bolivianos, por ejemplo, tendremos entre nuestros anhelos una hermosa playa a orillas del mar donde descansar y contemplar un paisaje lejano a nuestra realidad. Un habitante de Nueva York o un parisino es muy probable que piense en la paz de las montañas o en las verdeantes selvas tropicales. Más allá de los diversos gustos todos coinciden en disfrutar de un medio ambiente sano, de un paraje natural bien cuidado o de una ciudad histórica que permita al visitante descubrir sus detalles urbanos con tranquilidad y seguridad.
Sucre es una ciudad patrimonial que es atractiva para visitantes que buscan una pausa en su viaje para renovar energías. Sin embargo, la experiencia de caminar por las calles del centro histórico puede ser una actividad tóxica. Cientos de microbuses humeantes muestran a los turistas la diferencia de vivir en un país con normas ambientales serias a uno donde obsoletos carruajes son el servicio público. Turistas, escolares, vendedores, empleados, policías hasta canes callejeros son obligados a respirar aire de motores diésel, creados hace más de 100 años y contaminando Sucre hace más de 50.
La experiencia de caminar por una calle empinada atestada de líneas de micros puede ser una experiencia inolvidable e irrepetible para un turista americano, japonés o europeo. Sumado a la altitud de más de 2.600 msnm, una buena bocanada de oxígeno, hidrógeno y diésel puede desvanecer a un turista de primer mundo acostumbrado a ciudades enormes como Nueva York, donde el olor del cilantro de los puestos callejeros de comida es más notorio que el diésel y la nafta.
Hace un par de semanas un par de brasileños intento subir la calle San Alberto hasta La Recoleta. A media pendiente debieron tomar un taxi. El humo de los micros y la altitud doblegaron las piernas de los turistas que sintieron mareos por la falta de una buena oxigenación del cerebro. No es extraño entonces que Sucre sea recordada por los malestares e incomodidades antes que por sus atractivos arquitectónicos, paleontológicos y culturales.
En una ciudad con pocas alternativas laborales a la administración pública, el sector turístico es uno de los pocos que genera empleo directo e indirecto. No hay duda del interés de potenciar el turismo tanto de autoridades como de emprendedores, pero es evidente también que las políticas públicas no dan resultados porque no son serias ni efectivas.
Un dato relacionado llama la atención. Mientras que el turismo externo aumentó en Bolivia en cerca del 3% durante el primer semestre de este año, en Sucre cayó de forma alarmante. ¿Qué está sucediendo?
Tan solo un estudio preciso pueda desentrañar este misterio estadístico. Sin embargo, a simple vista, desde la experiencia de un viajero, creo que las autoridades deberían preocuparse por un aspecto simple: hacer que el centro histórico de Sucre sea un espacio libre de contaminación atmosférica, para evitar una diésel city más en el mundo.