La humildad, ¿virtud pasada de moda?

28/08/2016
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El evangelio, lo sabemos muy bien los discípulos de Jesús, nos da muchas lecciones que poniéndolas en práctica, nos ayudan humana y cristianamente a crecer grandemente. Hoy, la Palabra de Dios que se nos regala en la eucaristía de este domingo 22 del tiempo ordinario, nos da dos lecciones. Nos invita a practicar la virtud de la humildad y dela sencillez.

El libro de Ben Sira, escrito dos siglos antes de Cristo, es la primera lectura de este domingo, nos da unas sabias enseñanzas y señala las ventajas de la humildad y de la sencillez. Esta enseñanza nos hace bien a niños, jóvenes y adultos: "en tus asuntos procede con humildad”. Para el sabio, el que actúa de esta forma, será simpático “te querrán más que al hombre generoso”. También nos sucederá igual ante Dios: "alcanzarás el favor de Dios, porque es grande la misericordia de Dios, y reveló sus secretos a los humildes". Este mensaje nos ayuda a entender más el evangelio que hoy se proclama en la eucaristía.

El reino de los cielos, su anuncio y la puesta en práctica es el gran objetivo de Jesús. El propone dos actividades necesarias para entrar al reino: la humildad y el servicio, expresión del amor auténtico. La parábola tiene como dos aspectos: a) Los primeros puestos. b) Sugerencias al anfitrión sobre la selección de los comensales. Podemos suponer que las palabras de Jesús corresponden a una conversación de sobremesa, pues de entrada hubiera sido algo muy fuerte para una comida.

Sin duda, que Jesús observó cómo los invitados se apresuraban a tomar los primeros puestos. Parece que era un defecto de los fariseos del tiempo de Jesús. ¿No estaba, quizás, viéndonos a nosotros? El aviso es para todos los cristianos, jerarquía y pueblo. Los apóstoles discutían sobre quien iba a ser el mayor, el primero entre ellos. Jesús propone elegir los últimos puestos. Así, "cuando venga el que te convidó te dirá, amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.

No hay que perder de vista la intencionalidad que tiene Jesús al proponer esta parábola. Es una parábola sobre el reino de Dios. Se trata de actitud religiosa o de fe, ante el reino de Dios que Cristo viene proponiendo en otras parábolas, mira a lo que va a pasar en el reino, que puesto vamos a ocupar. Cuando Cristo describió la oración del fariseo orgulloso y del publicano que se consideraba pecador, en el templo de Jerusalén, dijo que el fariseo tan lleno de sí mismo, no salió justificado, mientras que el pecador, si salió justi?cado. Jesús señala que el primero en la Iglesia es el último, el que sirve. La humildad y la sencillez constituyen una acción básica de los discípulos, que viven la relación fraterna en el espíritu del reino.
El primer ejemplo de humildad, sencillez y servicio desinteresado nos lo ha dado Jesús tanto en la actitud ante el Padre como ante el pueblo que le escuchaba. Junto a Jesús está María, la servidora, dispuesta a lo que Dios le pide. En el canto del "magníficat" alaba a Dios, reconociendo humildemente que es Él quien ha hecho maravillas en ella, porque "ha mirado la humildad de su sierva" y “enaltece a los humildes”. Serán los humildes los que se acerquen a Dios a través de María de Guadalupe en esto cultos que, como preparación espiritual a la fiesta del 8 de septiembre, se vienen celebrando.

Mucho bien nos hará a todos los cristianos que nos acerquemos mucho más a Dios a través de María en estas fiestas en honor de Ella y a gloria de Dios. María, la escogida entre todas las mujeres para ser Madre de Dios, nos puede enseñar a vivir la virtud de la humildad, virtud muy necesaria ante Dios y ante las personas, aunque parezca, para muchos, que la humildad ha pasado de moda. Santa Teresa, doctora de la Iglesia, nos dice: “la humildad es la verdad”. La humildad no es simulación, ni ficción, ni ignorancia del propio valor. La humildad no consiste en ocultar las cualidades propias. Por el contrario, la humildad lleva a un reconocimiento sencillo de todo lo que Dios nos ha dado. La humildad consiste en reconocer todo el bien que Dios nos ha hecho y todo el mal que hay en cada uno. Siendo pecadores, estamos llamados a ser santos. Esta es la vocación de todo bautizado: ser santos. Jesús nos dice: "sean misericordiosos como el Padre”. En estas fiestas no dejemos de invocar a María como Madre de misericordia.

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