El 21060 y la salud de nuestra economía

28/08/2016
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Durante los últimos días, como viene sucediendo desde hace algunos meses, hemos tenido que afrontar una oleada de malas noticias que, cada cual a su manera, nos hacen recordar lo frágil que es la bonanza de la que nuestro país ha gozado durante los últimos años. Al mismo tiempo, experiencias cercanas, como la venezolana, nos alertan sobre lo cerca que podemos llegar a estar de las peores calamidades económicas, políticas y sociales.

Ante tan evidente realidad, poco a poco están abriéndose paso en los discursos oficiales algunas señales de reconocimiento de que no serán nada fáciles los tiempos que se avecinan. Y eso es bueno, pues una condición indispensable para hacer frente a las dificultades es tener el valor de afrontarlas. Sin embargo, hay también corrientes en las filas gubernamentales que se empeñan por evadir la realidad, lo que deriva en la tentación de elegir caminos que sólo pueden conducir al abismo.

Felizmente, contra el riesgo de recaer en fórmulas inspiradas en la demagogia juega en nuestro caso a favor la constatación de que la economía boliviana está en mejores condiciones que las de otros países latinoamericanos. Así lo indican muchos datos, entre los que se destacan las previsiones difundidas por los principales organismos internacionales que coinciden al ubicar a la economía boliviana como la que menos disminuido verá su crecimiento durante los próximos meses.

Las razones que explican esa relativa ventaja de nuestro país tiene mucho que ver con la prudencia con que durante los últimos años se han conservado los lineamientos básicos de la política económica puesta en vigencia hace ya 31 años, el 28 de agosto de 1985, cuando el gobierno encabezado por Víctor Paz Estenssoro aprobó el D.S. 21060.

En efecto, muy a pesar de la dureza de los términos con los que aún hoy se refieren al histórico 21060 y de la manera “simbólica” como ese decreto fue derogado en muchas oportunidades, lo cierto es que el 21060 cumple 31 años de plena vigencia pues sus lineamientos principales se mantienen intactos. Algo similar ocurre con otros pilares sobre los que se sostiene la economía boliviana. Un ejemplo de lo dicho es la cautela con que el actual gobierno mantiene vigentes muchas de las cortapisas que heredó de sus antecesores para disponer de los excedentes provenientes de la renta hidrocarburífera. Es el caso de los diferentes bonos, cuya esencia se ha conservado desde hace ya más de 20 años más allá de los cambios de nombres.

En términos prácticos, los bonos, así como los procedimientos establecidos para distribuir los recursos provenientes del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) son una especie de dique de contención a la libre disponibilidad de una parte sustancial de los recursos públicos. Eso explica en gran medida que Bolivia haya seguido un camino muy diferente al de Venezuela o Argentina, por ejemplo.

Por eso, y a la luz de los resultados, a tiempo de recordar 31 años del hito más importante de la historia económica contemporánea de nuestro país, conviene destacar que Bolivia, sus gobernantes y sus habitantes, hemos sabido asimilar las traumáticas experiencias del pasado, lo que nos permite vislumbrar con cierto optimismo los desafíos que vendrán.

A tiempo de recordar 31 años del hito más importante de la historia económica contemporánea de nuestro país, conviene destacar que hemos sabido asimilar las traumáticas experiencias del pasado

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