Caminando por la calle Bolívar entre estudiantes y estudiados

CIENCIA CUÉNTICA 31/08/2016
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Una mañana cualquiera, que no es cualquiera, comienza una jornada. La calle está vacía, algunos comienzan a aparecer, las movilidades son pocas, es lento, tranquilo el caminar en una calle que tiene algunas basuras por el piso, unas manchas de quienes dejaron sus huellas, en la acera frente al colegio se abren puertas de las dos fotocopiadoras, una señora llega con unas masitas calientes y otra comienza a ordenar su gran puesto lleno de dulces baratos, algunas galletas, los infaltables chupetes y otras pequeñas cosas.

La acera es de un cemento desgastado con muchas rajaduras, rupturas que dificultan el caminar, cada casa tiene varias entradas de agua y la calle por encima, en vez de hojas de árboles, tiene un montón de cables; las casas son de color blanco, todo parece igual y homogéneo, pero mirando a detalle nos encontramos con paredes pintadas pero no reparadas sino con una mano de pintura realizada por pintores de brocha gorda, los cuales dejaron las rajaduras que a poco tiempo del paso de la pintura ya muestran su desgaste.

Entre la gente, la bella gente que camina y hace de esta calle una de las centrales de la ciudad, se tiene personas mayores sentadas en la puerta de una casa, haciendo fila en espera de que se abran las puertas que les permitan arreglar papeles de su probable jubilación, madres y padres con sus hijos que van apresurados a los colegios o rumbo a una institución educativa, jóvenes con sus uniformes, algunos que deben marcar la diferencia con un uniforme especial, algunos sacando fotocopias apresuradas, otros leyendo libros desgastados o con las hojas maltratadas por el uso y abuso, algunos que comienzan sus primeros pasos en la afectividad, otros que soñolientos caminan apresurados, otros con cara de preocupados.

La dimensión económica enfrenta a dos monedas dejadas de lado por un país vecino (el INTI) y otro por el país de las vacas (Florín); muestran que si bien se puede ver mucho movimiento, esos espacios corresponden a otra dimensión de caminantes pasajeros por la calle que tiene el nombre de un Libertador y que dio nombre a Bolivia.

Se podría seguir mucho más, pero qué aprendemos de ese relato: de qué nos sirve el caminar por la calle Bolívar, por la San Alberto, Arenales sin arena, en la Sucres de allá o de acá, considero que será un bonito desafío para poder aprender a estudiar para la vida.
Podemos encontrar en lo económico el movimiento que se da, el tipo de negocios, cuál la proporción de gasto estudiante, cuáles los artículos que tienen mayor consumo.

En cuanto a las calles, cuáles son sus características, cómo pueden ser arregladas, cómo unir historia y modernidad, cuál el costo beneficio de unas aceras bien cuidadas…

En cuanto a lo social qué características se dan en la gente que pasea por estas calles, cómo son los estudiantes, cuál su probable pertenencia sociocultural, además de ver cuáles son sus actitudes sociales y ecológicas, entre otros pequeñas y grandes cosas a investigar.

Pensar desde el sub estando en el sur, es aprender a descubrir que muchas veces para hacer ciencia sólo debemos caminar con los ojos abiertos, intentar entender el cómo podemos comprender nuestra cotidianidad y desde allá organizar nuestros saberes cotidianos en una especie de Correo del Sur que lleva desde “sub” propuestas de procesos de acceso al conocimiento que ayuden no sólo al buen vivir, sino a un compromiso cotidiano de hacer ciencia con conciencia en nuestra realidad.

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