La guerrilla de los subtenientes

BARLAMENTOS 14/10/2016
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Disfruté de uno de los almuerzos mensuales que me honran como miembro de la Promoción Reconquista del Colegio Militar del Ejército. Sin merecerlo, porque por un año fui cadete pensionista de esos que pagaban para ser “chocolateados”. Deseaba culminar la secundaria al tiempo de cumplir con el servicio militar. Sorprendió la evocación de la Guerrilla de Ñancahuazú. Inclusive, un General preparó una alocución al respecto. Otro envió una lista de las víctimas –soldados, dragoneantes, cabos, sargentos, subtenientes, tenientes y capitanes— de las refriegas. Un camarada acuñó la frase “la guerrilla de los subtenientes” para relievar los muchos de la Promoción Reconquista que regaron con su sangre aquellos áridos parajes. Hoy somos una veintena de nostálgicos amigos.

Cómo olvidar que la matanza empezó un 17 de marzo de 1967, segando la vida al Sbtte. Rubén Amézaga Faure; seis días después asesinaron al Dgte. Pedro Romero García y media docena de bisoños soldaditos. Era fines de abril y en Iripití cayeron los Sbttes. Luis Saavedra Arable y Jorge Ayala Chávez, el suboficial Raúl Cornejo Campos y ocho soldados. En Ñancahuazú un 9 de mayo fue acribillado el Sbtte. Henry Laredo Arce, junto a los cabos Alfredo Arroyo Pizarro y Luis Peláez Alpiri. ¿Alguno recuerda al “repete” Wilfredo Banegas Dorado?: murió junto al Sbtte. Eduardo Velarde Rodríguez en la emboscada de Espino, un 30 de mayo de 1967. Después se volcó la suerte a favor del Ejército boliviano, pero muchos piensan en Tania, herida y ahogada en Vado del Yeso; no evocan que también cayó el soldado Antonio Vaca Céspedes. En la campaña murieron más de medio centenar de bolivianos.

En Bolivia se han ganado batallas gracias al heroísmo de nuestros soldados, y perdido guerras por la imprevisión y torpeza de gobernantes militares y civiles. El actual mandamás es un “fanático guevarista”, según el hijo del Gral. Quizá cumple instrucciones castristas de asesinar de una u otra manera, en este caso con mensajes subliminales a los acusadores del Gral. Gary Prado Salmón. Lo acusó de ultimar al guerrillero, a quien tomó prisionero, es cierto, pero ni siquiera estuvo en la escuelita de La Higuera donde fuera rematado.

El Gral. Gary Prado Salmón era un pundonoroso oficial cuando yo era mostrenco en Irpavi. Valiente y acertado es su hijo, indicando que su padre no fue el único militar que condujo operaciones triunfantes en la campaña de Ñancahuazú: el entonces Cap. Mario Vargas Salinas en Vado del Yeso; el entonces Subtte. Eduardo “Lalo” Galindo, en La Higuera; el entonces Cap. Gary Prado Salmón en el Churo. Fueron victorias que “diezmaron la guerrilla y el Ejército boliviano combatió y venció; el mítico jefe guerrillero perdió y se rindió. Ningún patria o muerte”, asevera Gary Prado Araúz.

Yo estaba lejos, escarbando sobre la Prusia Americana que claudicó en Paucarpata la valía de nuestras armas al agresor chileno, luego aprovechó de nuestra nobleza.

Estaba contagiado por edad y medio universitario de la eruptiva de un aventurero que la lente de un fotógrafo hiciera ícono de la época. Ya curado por viejo y sabio, sorprendió su efigie hace poco en la remera del Presidente, tal vez en coro al retrato que cuelga, dicen, en el Palacio Quemado. Ninguna sorpresa, pensé, si acomodaron el suyo en la cúspide de retratos de Katari y Sisa, a un lado, y de Bolívar y Sucre, al otro.

En La Higuera miente el Presidente en contra del Gral. Gary Prado Salmón. Quizá ignora que el Che no pestañeaba cuando era juez y verdugo en La Cabaña y cambió el adagio “en la duda, abstente” por su fría divisa “ante la duda, mata”. Tal vez iluso combatiente contra la corrupción y la impostura, doy mi humilde saludo a los victoriosos de la Campaña de Ñancahuazú, así hayamos perdido en mesa lo que se ganó en batalla.

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