A diferencia de los billonarios de la tecnología en los Estados Unidos, hechos a sí mismos desde un garaje en su adolescencia como simplifica el cine, Donald Trump, el candidato republicano, comenzó su vida de riqueza con 200 millones de dólares heredados de su padre, un empresario de los bienes raíces que hizo fortuna en Nueva York durante sus mejores años de expansión.
Este hecho puede explicar por qué Trump no parece tan listo ni bien educado como Bill Gates, Mark Zuckerberg o Elon Musk, magnates que se distinguen por su visión de futuro y sus criterios innovadores que cambian la vida cotidiana de las personas. A diferencia de ellos, Trump parece un vulgar peleón de esquina o un marinero alcohólico en busca de fáciles conquistas femeninas a fuerza de fama y dinero.
La campaña electoral está dejando en evidencia a Trump, cuyos únicos valores parecen ser los caudales que acumula en sus edificios. Y es que con una fortuna heredada no es imposible que en 30 años después este monto aumente diez veces más, cualquier afortunado heredero con una media de inteligencia y el debido asesoramiento puede lograrlo, por lo menos, en un país con las condiciones de Estados Unidos, donde los capitales son tratados como sagrados y con la debida profesionalidad.
Entonces, hay una sólida razón para dudar de Trump y sus capacidades especiales para ser candidato del país más competitivo del planeta. Éste siempre ha manifestado que es muy rico y se ha vanagloriado de haberlo logrado solo, algo que siempre le han echado en cara billonarios rivales que comenzaron desde abajo.
En las pocas semanas que restan antes de las elecciones de noviembre, con seguridad que saldrán hechos que pondrán mayor duda sobre las competencias de Trump, quien no solo ha demostrado que desconoce asuntos tan importantes de política internacional sino también que carece de principios morales elementales. El menosprecio que siente por las mujeres a quienes cosifica y la repelencia que muestra por grupos minoritarios como afroamericanos, latinos, musulmanes y otros lo alejan del ideal de estadista de talla mundial.
Entre una de las virtudes que se observa en el candidato republicano está la supuesta honestidad de mostrarse como es, a diferencia de políticos sagaces que mudan la piel en cada ocasión. Sin embargo, esta supuesta honestidad está llevando al hombre a mostrarse como un verdadero patán.
A menos de un mes de la elección democrática en el país con mayor influencia mundial, los cortafuegos y las guadañas se activarán para frenar el fenómeno Trump que, con la fuerza bruta del dinero y de la soberbia del privilegiado, pretende convertirse en el hombre más poderoso de la Tierra.
El riesgo de una victoria de Trump es impredecible, por cuanto el hombre carece del sentido común de un líder responsable para su país y el mundo.
En un contrasentido que suele ser difícil entender, Donald Trump está demostrando que la riqueza no garantiza la grandeza de un líder de talla mundial.