Día Mundial de la Alimentación

EDITORIAL 18/10/2016
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El pasado domingo, 16 de octubre, ha sido el Día Mundial de la Alimentación. Se trata de una jornada que, como todos los años, es dedicada a este tema desde 1979, cuando la Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) decidió poner especial énfasis en la necesidad de concientizar a los pueblos del mundo, a los gobiernos e instituciones públicas y privadas, sobre el problema alimentario mundial y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza.

Desde entonces, en esta fecha se difunden los informes, análisis y evaluaciones sobre los avances y limitaciones de los esfuerzos que se hacen para aliviar las carencias alimenticias que afectan a una muy alta porción de la humanidad. Y se elige un tema central alrededor del que giran las reflexiones y recomendaciones.

Este año, el tema central fue el cambio climático y sus efectos sobre la producción de alimentos.

Al destacar la importancia del asunto, el director general de la FAO advirtió en la ceremonia central del Día Mundial de la Alimentación que el cambio climático obliga a transformar la alimentación y la agricultura. "Las temperaturas más elevadas y las pautas meteorológicas irregulares ya están socavando la salud de los suelos, bosques y océanos de los que dependen el sector agrícola y la seguridad alimentaria”, dijo, a tiempo de citar los abundantes datos que confirman la peligrosidad de esa tendencia.

En lo que a Bolivia corresponde, todos los informes difundidos sobre el tema han coincidido una vez más al señalar que nuestro país se destaca por estar en medio de una muy paradójica situación. Es que si bien figura en un lugar privilegiado entre los paìses con mayor potencial agropecuario, también ocupa los primeros lugares entre los más afectados por la mala alimentación de su población. Está entre los que más rápidamente ve avanzar su frontera agrícola sobre sus bosques y selvas, y al mismo tiempo entre los que año tras año ve crecer su dependencia de la importación de alimentos.

Durante el último año, Bolivia se ha destacado también por haber sido uno de los países más afectados por el cambio climático. A las grandes olas de sequías en algunas temporadas del año y regiones del país, seguidas de no menos devastadoras inundaciones se han sumado desde algún tiempo los hasta hace pocos años desconocidos vientos huracanados, además de la proliferación de plagas y otros males que durante los últimos meses han causado muy serios daños a la base productiva del sector alimentario nacional. Y ha sido citado también entre los países que más contribuyen al deterioro ambiental.

Para afrontar tan complejo panorama, durante los últimos años se han hecho notables esfuerzos entre el sector público y privado para optimizar el aprovechamiento de nuestro privilegiado potencial agrícola. Y aunque se han dado importantes pasos en esa dirección, es evidente que estamos lejos de hallar la fórmula más adecuada para que el desarrollo del sector agropecuario beneficie en primer lugar a la población boliviana y, lo más importante, que eso se logre sin poner en riesgo la preservación a mediano y largo plazo de las condiciones medioambientales necesarias.

Todos los datos relativos a la producción y consumo de alimentos en Bolivia coinciden al señalar lo paradójica que es la situación de nuestro país, lo que obliga a redoblar esfuerzos para lograr mejores resultados

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